¿Es posible rehabilitar a un violador?

Cuando hablamos de agresiones sexuales o de pederastia resulta casi imposible no responder con las propias entrañas, con el asco, el rechazo y el desconcierto. La sociedad exige justicia, las penas más duras posibles y su íntegro cumplimiento

Sofía Morán
19/11/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Valentín Tejero fue condenado a 63 años de cárcel por el asesinato de la niña Olga Sangrador y otras 6 violaciones más a menores. Cumplió 21 años y 5 meses, y quedó libre en 2013 por la derogación de la doctrina Parot. Esta misma semana ingresaba de nuevo en Soto del Real, otra vez por abusos, otra vez a una menor.
Antes que él, fue el violador del ascensor, el del portal o el del estilete. ¿Creen que es posible entonces la rehabilitación de un agresor sexual múltiple?

Cuando hablamos de agresiones sexuales o de pederastia resulta casi imposible no responder con las propias entrañas, con el asco, el rechazo y el desconcierto. La sociedad exige justicia, las penas más duras posibles y su íntegro cumplimiento. Hasta ahí, todos de a acuerdo, pero una vez encarcelados, ¿qué hacemos con ellos?
Las instituciones penitenciarias no son sólo lugares en los que estar, en los que pasar el tiempo. Cierto es que deben recluir, pero también rehabilitar y reinsertar al individuo, con el fin de que el hecho delictivo no se repita.

En España se empezaron a realizar programas específicos para estas personas en las cárceles de Cataluña en 1996. Y los expertos coinciden en que una buena terapia disminuye la reincidencia de manera significativa. Estos programas son de hecho la medida preventiva más eficaz con la que contamos.
¿Y cómo se rehabilita a un violador? Los profesionales que trabajan con este tipo de presos elaboran un plan individual de tratamiento, un itinerario de rehabilitación donde comienzan con aprendizajes más básicos, que una vez adquiridos, les prepara para afrontar los Programas Específicos de Intervención para agresores Sexuales (SAC).

Las terapias se realizan tanto de manera individual como grupal, y se trabajan tres elementos clave: las habilidades sociales (empatía hacia la víctima, asertividad), un intenso trabajo de reestructuración cognitiva encaminada fundamentalmente al cambio de creencias y valores sobre la mujer y la sexualidad, además del aumento en sus niveles de autocontrol (control del impulso sexual).

La participación en estos programas es voluntaria, algo que de primeras puede resultarles extraño, pero es importante tener en cuenta que la eficacia del tratamiento psicológico la determina la voluntariedad.

No existe un perfil típico del agresor sexual, es un grupo muy heterogéneo y variado. Muchos de ellos son personas aparentemente normales, adaptadas, pero en los que destacan valores profundamente machistas que les hacen considerar a la mujer un ser inferior, y del que dificultosamente aceptarán un «no». La terapia específica puede generar importantes cambios de valores y a nivel comportamental.

Otros, sin embargo, presentan un trastorno antisocial de la personalidad, que les caracteriza fundamentalmente por la falta de afectividad. Son personas que no sienten el dolor que cualquiera de nosotros experimentaríamos ante delitos extremadamente violentos, esos delitos que ellos mismos han cometido. La mayoría carece además de los resortes necesarios para controlarse.

¿Quiere esto decir que hay seres irrecuperables para la sociedad? Los hay, sin duda los hay. Orlanda Valera, psiquiatra con una amplia experiencia en prisiones opina que «existe una visión ingenua de la medicina, la psicología y la psiquiatría que da por hecho que hay un tratamiento para todo comportamiento desviado y todo trastorno mental. Pero hay patologías que no hay manera de eliminar».

Me hablarán de derechos humanos, de segundas oportunidades y de estar en paz con la sociedad tras cumplir las penas, y yo quisiera y debiera ser aséptica en esto, pero lo cierto es que Valentín Tejero nunca debió salir de prisión. Rechazó la terapia, y todos y cada uno de los programas de rehabilitación. La psicóloga penitenciaria que le examinó en los últimos años lo tenía claro «volverá a violar en cuanto se relaje la presión social y mediática sobre él». Cuatro años tardó.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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