Era año nuevo y parió la güela

Los tafarrones de Rodiezmo volvieron a recorrer las calles de este pueblo de La Tercia. Una vieja tradición para Año Nuevo que se había perdido... pero regresó

Fulgencio Fernández
02/01/2019
 Actualizado a 19/09/2019
La ‘comparsa’ de los tafarrones recorrió las calles de Rodiezmo durante toda la mañana con sus ritos tradicionales, el afeitado, parir la güela...  | MAURICIO PEÑA
La ‘comparsa’ de los tafarrones recorrió las calles de Rodiezmo durante toda la mañana con sus ritos tradicionales, el afeitado, parir la güela... | MAURICIO PEÑA
Rubén, Berto, Sergio, Pichu, Tomás o Eloy fueron durante toda la Nochevieja otros de los muchos mozos, y no tanto, que despidieron el año en el Salón del Pueblo —las antiguas escuelas— de Rodiezmo, un pueblo de reconocida tradición festiva y festivalera.

La tierra de Nemesio y de Rodrigo Cuevas, que por algo será.

La fiesta arranca pronto, con la parva, van a la salida de misa, recorren el pueblo, pare la güela... Pero poco después del amanecer, sin acostarse —«si te acuestas, ¿quién te levanta?»— dejaron de ser unos mozos más, cogieron sus mascaras y vestimentas y pasaron a ser los personajes de esa singular tradición que son Los Tafarrones, una de las pocas que se celebran en esta fecha pues la experiencia dicta que el personal está para pocos trotes. Hay una parecida, Los carochos, en la localidad zamorana deRiofrío de Aliste, y poco más.

Con el amanecer, aquellos mozos de baile, como tantos otros, se convirtieron en los personajes tradicionales de los tafarrones: El tafarrón mayor (Rubén); la güela (Berto); el güelo (Sergio); el peluquero (Pichu); su mujer (Tomás) y el mariquita (Eloy); los personajes tradicionales de esta mascarada de invierno, los de siempre, aquellos que escenifican esta celebración eminentemente transgresora y de reminiscencias paganas, alejada de convencionalismos y con los objetivos claros de «escenificar y distraer, moralizar y asustar, dar la bienvenida al Año Nuevo, pero sobre todo romper con la estrechez de la vida diaria».

Estas condiciones hacían que su propia celebración estuviera cada año envuelta en misterio, por más que los antiguos supieran que se iba a calibrar, pero si preguntabas por ellas siempre trataban los vecinos de celebrar implicados de mantener la ambigüedad, «no fuera a ser que trataran de impedirlo», se justificaban.

Algo parecido ocurría este año y cuando preguntabas si volvería a haber tafarrones, ya que el año pasado los hubo, te contestaban aquello de «parece que algo se decía de que sí iban a salir».

Y salieron. De la Casa del Pueblo para la iglesia pues, pese a ser una tradición pagana, el punto de partida se centra en la salida de misa y las normas del rito dicen que «si hubiera nevado sería la propia güela la que abría senda al cura hasta la iglesia».

Bien es cierto que la fiesta comienza antes y levantándose de mañana no se puede entender que nadie se atreva a salir a la calle sin tomar la parva, y si es en varias casas mucho mejor que en una. Y si es tradición popular y concejiltampoco se entiende que no arranque a toque de campana para que todo el vecindario se entere y se sumen todos aquellos que lo deseen.

La realidad es que la misa estaba anunciada ayer a las diez dela mañana. Y allí estaban todos los personajes entre las opiniones del pueblo, con sus máscaras, que la tradición dice que hay que conservar con cuidado de un año para otro, bien envueltas en papel, alejadas de la humedad...

Allí apareció el tafarrón grande con su careta y su espolón; el güelo con sus vestidos de sacó; la güela con su chepa; el matrimonio barbero con los útiles del oficio, la espuma de afeitar, la navaja que miedo da aunque no parecía muy afilada; y el mariquita con su perfume repartiendo aromas y bromas para cada uno de los vecinos, en cada parada, en cada casa... a los que querían y a los que se resistían, o al menos lo intentaban.

En el caso de este martes la tradición empalmó con la fiesta de Nochevieja que acogió la Casa del Pueblo Pueblo arriba y pueblo abajo, a toque de cencerros... por allí aparece Elías El sastre y a por él se van, como a por todos. Accede a sentarse en la banqueta del barbero, a pagar la ‘cuota’(la propina, más bien) y «hasta la del año pasado» pero no hay clemencia para él, debe pasar por las mismas chanzas que todos los demás. Y si no que se lo pregunten a Mauricio, el fotógrafo, que argumentaba no sé qué de la cámara, que tenían que hacer fotos.... «No te preocupes por las fotos que te las hago yo y ya te las mando», le dice Dani y el bueno de Peña acaba en la silla.

Es la vieja tradición y el rito, al que aún le quedan otras partes de la representación, con la que irán cumpliendo. Pronto llegará la escenificación del parto de la güela, a la que ya se veía durante el camino en avanzado estado, con trapos que la buena mujer se va metiendo debajo de los faldumentos según va avanzando la jornada. Cuando los dolores aprietan nace el niño, llega la celebración, la cena, el baile... y seguimos como empezamos, con jolgorio, que no se acaba aquí pues las propinas recibidas, ¿en qué pueden ser empleadas sino es en nuevas fiestas o comilonas?

Buena forma de empezar el año esta de los tafarrones, aquella tradición que se había perdido y regresó en los años 80 (del 85 al 87) a raíz de un artículo en la revista Los Argüellos Leoneses de una vecina de Rodiezmo, pero volvió al baúl de los olvidos.

Yen 2017 la Comisión de Fiestas y la de Los Tafarrones los volvieron a sacar a la calle, lo volvieron a hacer este martes... larga vida a los tafarrones.
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