El wolfram protagoniza la jornada inaugural del curso de Cistierna

El mineral se convirtió en fundamental para los dos bandos en conflicto, unos para tenerlo y otros para evitar que lo tuviera el enemigo

Fulgencio Fernández
20/07/2015
 Actualizado a 12/09/2019
Imagen de la Peña do Seo en la actualidad, en la que se puede contemplar los restos del poblado minero ya abandonado y en ruinas. | CÉSAR SÁNCHEZ (ICAL)
Imagen de la Peña do Seo en la actualidad, en la que se puede contemplar los restos del poblado minero ya abandonado y en ruinas. | CÉSAR SÁNCHEZ (ICAL)
El curso de verano titulado ‘Historia y memoria’, que este lunes comienza en Cistierna, está dedicado este año a ‘España y la II Guerra Mundial’, donde en la jornada inaugural se trata en una ponencia uno de los aspectos en los que León tuvo mayor presencia:‘Oro negro, lucha por el wolframio ibérico’, asunto que abordará el historiador leonés Javier Revilla, quien explica. "En 2012 publicamos el libro War Zone: La Segunda Guerra Mundial en el Noroeste de la Península Ibérica  en el que se incluyó un capítulo con el mismo título que la  ponencia que hoy presento, firmado por Eliseo Fernández,Diego Castro, Alejandro Rodríguez y yo mismo. En consecuencia, gran parte de la ponencia que impartiremos en este nuevo curso de verano de Cistierna está basada en tal investigación histórica colectiva, debiendo reconocer por ello las valiosas y notables aportaciones de mis compañeros".

Señala Revilla que "el wolframio o tungsteno fue un mineral fundamental en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Las dificultades para la alemania nazi de abastecerse en Asia o América Latina hicieron que la Península Ibérica se convirtiese en un gran centro de interés minero en cuanto al wólfram. Así, aumentó la explotación de tungsteno en zonas como Galicia o el norte de Portugal, donde se encuentran las principales minas de scheelita y wolframita. Pero la escalada de precios también impulsó la apertura de otras minas en León, Zamora, Salamanca o Extremadura, una ‘fiebre del wolframio".

Esta fiebre del oro provocó la aparición de explotaciones clandestinas, puestas en marcha por  aventureros o furtivos y que cuyo resultado fue desde grandes fortunas personales hasta muertes. Las potencias enfrentadas en la II Guerra Mundial  acabarían desarrollando en el Noroeste de la Península Ibérica la ‘batalla del wolframio’, una lucha por obtener este mineral tanto «por la necesidad de endurecer sus proyectiles y blindados, como por privar al enemigo de que también lo hiciese. Así, aunque la España de Franco era oficialmente neutral en la guerra mundial, se constató una clara permisividad (cuando no colaboración) para con las empresas mineras vinculadas a consorcios económico-financieros nazis, que explotaban mayoritariamente el wolframio gallego". El ejemplo más singular es caso de las minas de Casaio (Orense), "cuya explotación llegó a hacerse por batallones de prisioneros republicanos y que acabó pasando a manos de la empresa Montes de Galicia, SA, integrada en el grupo nazi SOFINDUS; esta mina, para despejar cualquier duda sobre su posicionamiento, se denominaba El Eje".

Los Aliados, explica Revilla, "desarrollaron dos estrategias. Inicialmente, a propuesta de Gran Bretaña, realizaron compras preventivas de tungsteno español con el fin de evitar que éste llegara a manos nazis. Pero desde 1943 se optó por métodos más rigurosos, destacando el embargo de petróleo a España mientras continuasen las exportaciones de wolframio a Alemania. Esta guerra económica fue liderada por los Estados Unidos, llegando a dejar desabastecida de petróleo a España entre enero y mayo de 1944. La dictadura franquista acabó por rendirse y, aunque persistió cierto comercio clandestino, poco a poco el mineral dejó de llegar a los nazis. Paralelamente, la Portugal de Salazar, principal abastecedor ibérico de wolframio a Alemania, pese a resistirse durante la primera mitad de 1944, de igual modo acabaría por aceptar las presiones diplomáticas británicas y el 7 de junio decretó el cierre de sus minas".

Documental y novela


"Con estas piedras negras se puede comer filetes en Madrid", es una de las frases que pronuncia uno de los participantes, viejos mineros, en el documental de Chema Sarmiento titulado ‘Wolfram, la montaña negra’. Recuerda el trabajo realizado en Francia aquellos primeros años de explotación de oro negro, "que lo llegaron a pagar a 25 duros, igual sacabas en aquellos tiempos a cinco mil duros, cuando el jornal variaba entre 7 y 12 pesetas. Sacabas mucho más que en la vendimia, dónde vas a parar".

 Recuerda el documental que el wolfram estaba en las peñas, al aire libre, por lo que además de las explotaciones de las empresas mucha gente se lanzó a las peñas con sus herramientas, pero estaba prohibido por el valor estratégico de este mineral, con lo que la guardia civil perseguía a muchos de los trabajadores.

Y esta situación también provocó numerosos accidentes, muchos. Se hacían explosiones  poco controladas para que se soltaran las piedras, se trabajaba sin seguridad... "Un hombre, amigo mío, quedó muy mal herido y me pedía que le pegara un tiro, yo le decía que no que se salvaría";"un hombre quedó destrozado, hecho cachos, la mujer sólo encontró los sesos y los guardó en un frasco".

También relatan historias de enfrentamientos, peleas, pistolas...

Esta epopeya también protagonizó una de las novelas más conocidas del berciano Raúl Guerra Garrido, la titulada ‘El año del wolfram’.

Una epopeya que hoy vuelve a la actualidad en Cistierna.

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