
Aquel mismo día, el 26 de enero, Román se propuso recuperar la otra mitad pero todos «me decían que ya estaría en la desembocadura del Duero, pues se soltó en los días de las riadas». Pese a ello ofreció una simbólica recompensa: «Una cena para dos en un restaurante de Vegacervera».
En las tareas «de rescate» estaba también José Manuel, vecino de Vegacervera, justo al lado del lugar donde apareció la otra mitad y «picado por la curiosidad» más que por la recompensa decidió dirigir sus habituales paseos por la orilla del Torío, por ver si la pieza andaba por allí. Y en la primera semana de marzo las encontró. «Paseaba con Cecilio y las vimos. La primera cerca de la curva del Escobio y la otra parte donde ‘la fábrica de la luz’. Están en mal estado, pero resistieron, son duras», señalaba José Manuel, que espera al fin del ‘encierro’ para devolverle la pieza a Sebas Román, quien acude a una frase bíblica, al revés, para resumir la historia: «El Torío me lo quitó, el Torío me la devolvió».