El largo sueño del agua

El propio nombre de El Páramo ya tiene una definición de dureza en los diccionarios y la realidad no fue menos cruel con las gentes que lo habitaron y tuvieron que luchar contra unas condiciones muy hostiles

Fulgencio Fernández
15/08/2016
 Actualizado a 18/09/2019
La batalla por la búsqueda del agua es la más larga que han librado las gentes del Páramo, en la fotografía uno pozo con su orgulloso dueño en Zambroncinos.
La batalla por la búsqueda del agua es la más larga que han librado las gentes del Páramo, en la fotografía uno pozo con su orgulloso dueño en Zambroncinos.
Tal vez Celama (El espíritu del Páramo)tiene algo de fábula de fin del siglo XX, tiene que ver con el crepúsculo de las culturas rurales, con el tránsito del trabajo como sufrimiento a otro tipo de trabajo menos duro, y con las desapariciones de culturas. Con esas desapariciones hay mucha liquidación de valores que sustentaban las vidas». Es la explicación del siempre lúcido Luis Mateo Diez sobre la elección del territorio mítico de Celama para una trilogía literaria basada en las tierras leonesas del Páramo, aquellas a las que fue a pasar sus últimos años su padre, Florentino Agustín Diez, curiosamente un gran experto en regadíos. Y el agua es el alma del espíritu del Páramo, una tierra, añade Luis Mateo, «que es un lugar con un pasado histórico curioso, con antecedentes como el de una lápida romana erigida en honor de Diana por un legado de la Legión VII».

(«Comarca de Celama, la Llanura del Páramo donde, como reza una lápida del Museo Arqueológico Provincial, cazaba ciervos un romano llamado Tulio y le dedicaban los cuernos a la diosa Diana. De aquella antigüedad venimos todos,del espíritu áspero que templó la suerte y la desgracia de una cultura rural que ya se fue al garete»).
Hablamos de un territorio muy amplio, en el que a veces hasta se discute sobre su pertenecía a él de algunos municipios. Desde Villadangos, del Páramo, a San Adrián del Valle, La Antigua o Pozuelo del Páramo.

En su propio nombre lleva una definición que casi le condena:Da igual el diccionario al que recurras:«Terreno erial, raso y desabrigado», dice el Casares; el famoso de María Moliner no es menos expresivo:«Páramo:Se aplica como nombre calificativo a cualquier lugar o terreno poco productivo e inhóspito» e, incluso, los propios informes de los pueblos de esta amplia comarca son contundentes:«Vasto Páramo, completamente llano y con terreno ‘mísere’, que produce gracias al esfuerzo sobrehumano de sus habitantes» (Informe de Pobladura de Pelayo García, año 1944).

Esfuerzo hecho también construcción y vida en ella:« Esa arquitectura de la necesidad y la supervivencia, no impostada en la tierra sino crecida de su vientre, fabricada con el barro y la paja de su propio organismo».

El paramés tenía que completar la economía familiar con otros trabajos, algunos iban como segadores a Tierra de Campos y otros muchos optaron por la emigración a ultramar. «No pudiendo mantener la agricultura a sus habitantes, los parameses dejando a las mujeres el cultivo de la tierra y el cuidado de la labranza, se dedican a la arriería y especulaciones comerciales. Almacenan granos y linaza, la que muelen en las fábricas de aceite de esta semilla que hay sobre la presa Cerrajera, o con ruedas movidas a sangre, despachándola al mayor y al menor por los pueblos de Castilla, Santander y Asturias...», decía el Madoz en 1845.

Pero contra esa realidad lucharon como lo han hecho pocos pueblos los habitantes del Páramo, y ellos mismos se vanaglorian de ello con justo orgullo, como hacen en el informe de Villazala del año 1945:«Hasta el presente debe considerarse como una de las regiones pobres de nuestra provincia, pero no a partir de los años actuales; merced al sinnúmero de pozos de iniciativa particular y a infinidad de acequias de riego que llevan sus fertilizantes aguas a la mayor parte de las fincas del municipio, el páramo dejó de ser páramo para convertirse en fértil ribera, mejorando considerablemente su situación económica y como consecuencia todas las manifestaciones de vida».
Hablaba Luis Mateo Diez del tránsito del trabajo como sufrimiento al trabajo menos duro. Y en ese tránsito hay una palabra mágica:el agua, más allá de aquellos pozos, más asequible y al alcance de todos. Y una fecha, el cierre del pantano de Luna en 1959, aunque las aguas llegaron un año después. Algunos de sus pueblos ya conocían las ‘bondades del agua’ por estar atravesados por la histórica Presa Cerrajera y el Caño Castañón, pero no todos.

La llegada del agua suponía para el sacrificado Páramo leonés, en palabras del profesor Valentín Cabero, «el paso del secano al regadío, del cigüeñal y la noria a los canales de cemento», algo que se fue produciendo, con todos los problemas que todas estas grandes obras siempre han tenido en esta provincia, y entre los que no fue un asunto menor los métodos con los que la dictadura eligió las comarcas a anegar, la injusticia con sus gentes o cómo se pisotearon sus derechos.

Marcó el Páramo otros hitos en la historia reciente de esta provincia, como el nacimiento en uno de sus pueblos de un colectivo de origen cristiano —El Grupo de Zotes—pero de avanzadas ideas sociales que puso en marcha un colegio rural «agrario» en Santa María del Páramo (financiado por la Comunidad de Regantes) y que tiene mucho que ver con el origen de la más bella historia sindical de esta provincia, aquella potente Unión de Campesinos Leoneses, la de las famosas tractoradas.
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