El fraile leonés que falsificaba documentos para salvar a judíos de los campos nazis

Joaquín Aller, claretiano de Campo de Villavidel, fue uno de los 4 llamados "falsificadores de Dios", frailes españoles que se jugaron la vida en París falsificando documentos para que judíos perseguidos pudieran librarse del horror nazi, salvando más de 150 vidas

Fulgencio Fernández
16/08/2020
 Actualizado a 16/08/2020
Foto de la misión claretiana en París con los 4 falsificadores, Joaquín Aller, con gafas oscuras, y a su derecha Ignacio Turrilas, Emilio Martín y Valtierra.
Foto de la misión claretiana en París con los 4 falsificadores, Joaquín Aller, con gafas oscuras, y a su derecha Ignacio Turrilas, Emilio Martín y Valtierra.
Pensar que una persona, un fraile en este caso, se jugó la vida al dedicarse a falsificardocumentos oficiales para salvar de la muerte en los campos de exterminio nazi a judíos condenados a acabar allí, y que esté documentado que lo lograron con al menos 155 personas es una de esas noticias que te aumentan la fe en la raza humana.

Pensar que esa misma persona también fue la que custodió y devolvió a su tierra a la más que famosa Virgen de Covadonga, la Santina, durante su exilio enFrancia en la guerra civil, con la ayuda de un comunista, engrandece aún más la figura de ese personaje.

Ver que aquel fraile claretiano fue tan admirado entre los suyos que en el retablo mayor de la misión claretiana en París le tomaron como modelo para una de las figuras te hace creer que existe algún tipo de justicia.

Pero leer que ese personaje se llama Joaquín Aller y nació en Campo de Villavidel, «un pueblo leonés de la ribera del Esla» supone uno de esos orgullos justificados de poder decir lo de «nuestro paisano» o corroborar esa teoría no documentada de que «aparecerá un leonés donde menos te lo esperas».

Y fue en este caso. Pues de Joaquín Aller poco, o nada, se sabía en esta tierra. Pocos o casi nadie le recuerdan en su tierra, donde nada lleva su nombre. El feliz ‘culpable’ es un joven investigador de la Universidad de Extremadura, Santiago López Rodríguez, de 26 años, quien descubrió en París una historia que le contó al periodista de El País Semanal Julio Núñez y vio la luz con el título de ‘Los falsificadores de Dios’, como anticipo de la tesis que pronto será publicada y que ha despertado un evidente interés. El marco general de esta investigación lo desvela la tesis: ‘El Servicio Exterior de España durante el Holocausto en la Francia ocupada (1940-1944)’.

Los falsificadores de Dios porque el leonés Joaquín Aller, que parece el más significativo de la historia, estaba acompañado de otros tres compañeros claretianos de la misión que la congregación tenía en París. Eran ellos: Ignacio Turrillas, Emilio Martín y Gilberto Valtierra.

La afirmación de la relevancia del claretiano leonés se debe a diversos factores que los actuales responsables de la congregación en la misión de París le explicaron al investigador:que había sido superior de la Orden y, sobre todo, que la comparación con las pocas fotografías existentes hace evidente que el fraile que aparece en el Retablo Mayor de su iglesia es, precisamente Joaquín Aller.

El propio Santiago López Rodríguez explica a Julio Núñez la breve biografía que se puede reconstruir de estos cuatro heroicos falsificadores de Dios: «En el fresco del retablo que corona el altar de la parroquia aparece retratado un sacerdote que, tras comparar su rostro con otras pinturas de la época y corroborarlo con el padre Tobes, representa al padre Joaquín Aller. Nacido en 1897 en Campo de Villavidel (León), Aller fue por entonces superior de los claretianos. La prensa local asturiana de la época informó de que había colaborado con un comunista asturiano exiliado para devolver a Asturias la talla de la Virgen de Covadonga, que pasó parte de la Guerra Civil en la Embajada española de París. Murió en Bilbao en 1964». Para añadir sobre sus compañeros: «Poco más se sabe del resto. Gilberto Valtierra nació en 1889 en San Martín de Humada (Burgos, 22 habitantes) en una familia de cinco hermanos, tres de los cuales se convirtieron en claretianos» y explica que un sobrino nieto que allí vive nada sabía de esta historia de su pariente».

El tercero era «Emilio Martín, que fue uno de los padres fundadores de la misión claretiana. Llegó allá por 1913 con el objetivo de ayudar a los inmigrantes españoles que vivían con dificultades. Nacido en Segovia en 1869» y sobre el cuarto escribe: «Tobes, superior y actual director de la misión, solo conoció a Ignacio Turrillas (nacido en Monreal, Navarra, en 1897), al que cuidó durante sus últimos años de vida. “Era el que quedaba vivo de los cuatro y murió en mis brazos en 1979. Jamás me contó nada de esto. Pero un día, años después de su muerte, allá por 2008, llegó una mujer a la puerta diciendo: ‘Vengo a daros las gracias. Salvasteis la vida de mis padres».

Es decir, parece que los cuatro cubrieron con un manto de silencio la increíble acción humanitaria, lo que les hace aún más grandes.

¿Y qué hicieron los falsificadores de Dios?, ¿qué descubrió Santiago López Rodríguez repasando documento por documento las partidas de bautismo, matrimonio, etc, que se custodian en la misión claretiana entre los años 1940 y 1944, el objeto de su estudio? Pues que los cuatro claretianos, con cuidada letra, habían expedido documentos a numerosas personas de apellidos judíos de edad adulta, nacidos en el extranjero (Turquía, Grecia...). «Se ve claramente cómo en ese periodo de tiempo los bautismos crecieron hasta un 200% en esta parroquia. Se hicieron conversiones a familias enteras en el mismo día, incluso en algunos casos, también se falsificó a la vez el certificado matrimonial (22 en total)». Hasta 155 documentos falsificados, con nombres y apellidos, lugares de procedencia.

155 personas que bien podrían acabar en un campo de exterminio, los cuatro claretianos lo evitaron y después se fundieron al silencio. «La gran mayoría eran sefardíes y la edad media era de 33 años: el más joven solo tenía unos pocos meses de vida, y el mayor, 75 años. A casi todos se les castellanizó el nombre con el objetivo de que, cuando presentasen toda la documentación a las autoridades francesas para huir a España, no se los vinculase con su posible registro en el censo judío. Así, Levy se convirtió en Luis, Jacobo en Jaime y Moisés en Mauricio».

En esta lista destacan los nombres de la familia Saporta, Marcelo y Raimundo, nacidos en Estambul. El segundo de ellos, afincado en España, es uno de los nombres más destacados de la historia del Real Madrid, mano derecha de Santiago Bernabeu, encargado de la sección de baloncesto. Uno de los primeros encargos de Bernabeu fue el fichaje de Alfredo Di Stéfano pero tal vez ahora se entiende mejor uno de los pasajes «más paradójicos» de su vida, que se puede leer en la página oficial del club: «Los jugadores le adoraban. De carácter amable y bondadoso, no le importó en su momento ayudar a Kubala a resolver un problema para traer a su familia a España. Para él, por encima de los colores estaban las personas».

Conocía Saporta muy bien el valor de la solidaridad, que con él ejerció un fraile de Campo de Villavidel, el olvidado padre Joaquín Aller.
Archivado en
Lo más leído