"Cosas de niños"

El insulto es el tipo de acoso escolar más habitual. Teniendo en cuenta esta premisa, Netflix España ha llevado a cabo un experimento social con 20 alumnos de un colegio madrileño, con motivo de la promoción de la segunda temporada de su serie juvenil más exitosa: ‘Por trece razones’

Sofía Morán
20/05/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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El insulto es el tipo de acoso escolar más habitual. Teniendo en cuenta esta premisa, Netflix España ha llevado a cabo un experimento social con 20 alumnos de un colegio madrileño, con motivo de la promoción de la segunda temporada de su serie juvenil más exitosa: ‘Por trece razones’ (que aborda el acoso en las aulas y el suicidio adolescente).

«Atención, alumnos, escribid en la pizarra los insultos que oís a diario», esta es la primera de las 3 tareas que componen el proyecto. Seguro que no les sorprende si les digo que la pizarra queda inundada de insultos sin dejar apenas un hueco libre. Todos ellos debaten a continuación sobre cómo les hace sentir enfrentarse cada día a cosas como: «Seboso», «enano», «china de mierda», «zorra»…

Su segunda tarea: escribir tres cualidades que admiren en sus compañeros. Y la que sin duda les resulto algo más complicada fue la tercera: dirigirse a ellos y decirles cara a cara porqué valoran esa cualidad.

Resulta emocionante escucharles hablar con sinceridad, sin la coraza típica de la adolescencia: «Nadie me dice cosas positivas», «las cosas buenas no se expresan a menudo y jamás me habían dicho esto».

Nuestros adolescentes tienen el oído acostumbrado al insulto y a la humillación, y se sorprenden al ver lo bien que sienta cuando un compañero te valora: «por muy insignificantes que puedan parecer 3 palabras, pueden hacer a una persona sentirse muy bien». No hay más preguntas, señoría. Definitivamente, algo estamos haciendo mal.

Según el último informe de Save the Children sobre el acoso escolar en España, 1 de cada 10 alumnos ha sufrido acoso en algún momento, y 1 de cada 3 reconoce haber agredido físicamente a otro compañero en los últimos meses.

Acosar es insultar a un niño por su aspecto, o porque saca buenas notas, aislarle, no dejarle participar en las actividades del patio, imitarle, humillarle constantemente, quitarle sus cosas, reírse de cada fallo, difundir sobre él falsos rumores... A veces también es intimidación, amenazas y golpes.

En el año 2004 y tras soportar meses de una persecución sistemática a base de amenazas, palizas y vejaciones, Jokin Cebeiro de 14 años cogió su bicicleta y se tiró desde la muralla de Hondarribia. Estoy segura de que se acuerdan, su caso tuvo un gran impacto mediático, una bofetada en plena cara que ayudó a que mucha gente se diera cuenta de las consecuencias tan jodidamente reales que puede suponer el ser víctima de acoso escolar.

Por eso, siempre me extraño cuando escucho decir a gente que me rodea aquello de que «son cosas de niños, cosas que han pasado siempre», y el fulano que se queda tan a gusto, dando por normal la violencia en las aulas y el sufrimiento de los niños que pasan por ello.

14 años después, se supone que los colegios están más preparados para afrontar y gestionar los posibles casos de bullying, son muchos los que se afanan en resaltar la existencia (que no la eficacia) de estupendos protocolos de actuación, planes de convivencia, programas de prevención… pero la realidad es la que es, y el problema lejos de desaparecer, se está convirtiendo en una lacra difícil de erradicar.

Si han tenido cerca algún caso, es posible que hayan visto a los responsables del centro esmerándose en ocultar el problema, más preocupados porque no se manche el buen nombre del colegio que por el alumno en cuestión, profesores que prefieren mirar hacia otro lado y por supuesto, papis y mamis que están convencidos de que eso, a ellos, no les va a pasar.

Pero desde aquí les digo que vuelvan a leer los datos, es sólo una cuestión de probabilidad.

Resulta difícil predecir el lugar que podría ocupar nuestro hijo dentro de esta compleja ecuación, puede que la víctima o quizá el verdugo, o podría formar parte de esa mayoría (no tan inocente) que ríe las gracias y guarda silencio, dando por hecho que lo que allí está pasando no es cosa suya.

Y mientras la ruleta gira, los padres seguimos pensando en las alpabardas, tremendamente preocupados por sus logros académicos y su nivel de inglés. Cosas de niños, dicen.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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