Dicen que eso del Día de la Marmota es cosa norteamericana. Este pasado domingo se celebró en muchas zonas rurales de aquel continente, pretendiendo adivinar un futuro siempre incierto. Y cosa americana parece también que es, Bill Murray mediante y gracias a la celebrada película que protagonizó, esa idea sobre la repetición permanente del mismo día, de las mismas circunstancias y escenarios, que atrapa a las personas en el tiempo. Un hoy permanente e inexorable. Un hoy sin futuro, pero sin futuro incluso temporal.
Pero, hete aquí, que además de los días de la marmota, también existe el Año de la Marmota, y eso, amigos y amigas, parece invención leonesa; que no solo de parlamentarismos, griales, fueros y reyes vive el imaginario colectivo de esta tierra.
Porque los meteorólogos frustrados abundan por estos lares y año tras año, parecemos atrapados siempre en el mismo año, que como el día de Phil Connors, tiene también sus mañanas, sus tardes y sus oscuras y solitarias noches. Todo lo que nos ocurre suena a lo mismo que hace tres décadas y el pesimismo lo tiñe todo conminándonos a irnos a la cama pensando que a la mañana siguiente el despertador sonará invitándonos a vivir la misma realidad de siempre.
Lo que aprendió Phil Connors es que mientras todo a su alrededor parecía inmutable, él se transformaba, abandonando el egoísmo y la frustración individualistas, y precisamente esa renovación fue la que otorgó un día ese futuro que nunca parecía que iba a llegar.
Porque en León, el problema no está en eso que nos rodea que parece inmutable. Está en nosotros mismos. En la certeza de que una actuación colectiva de reivindicación, exigencia y responsabilidad es la que nos llevará al futuro. Necesitamos un León en movimiento, un León que se haga oír, un León unido que convierta las promesas y los programas electorales en empleo, infraestructuras y reindustrialización. Necesitamos un León en marcha.
León en marcha
04/02/2020
Actualizado a
04/02/2020
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