La perdiz roja

La especie más emblemática de la caza menor en nuestra provincia y en toda la Península, es un ave galliforme que ocupa una ampla variedad de hábitats aunque prefiere las zonas abiertas con vegetación que le sirvan de refugio

Javier Valladares
10/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
La perdiz roja anida en el suelo y se ve sometida a un gran número de amenazas, entre ellas la caza menor. | JAVIER VALLADARES
La perdiz roja anida en el suelo y se ve sometida a un gran número de amenazas, entre ellas la caza menor. | JAVIER VALLADARES
La perdiz roja es un ave galliforme de medio tamaño, que vive en bandos familiares, normalmente compuesto por dos adultos con sus pollos. Dicho carácter gregario se incrementa en los meses de invierno, donde pueden verse en grupos de hasta 20 o más ejemplares. Es precisamente en este periodo donde se muestran más sedentarios, habitando en una zona más reducida. Cuando son espantadas, todo el bando huye en la misma dirección.

La excesiva presión cinegética a la que se ven sometidas, hace que no sea tan fácil ver perdices por nuestros campos, como hace unos años. Aunque también gracias a ese interés que despiertan entre los aficionados a la caza, suelen ser reintroducidas en zonas donde desaparecen o son más escasas.

La perdiz roja anida en el suelo. Mientras la hembra incuba los huevos, el macho vigila desde un lugar elevado, avisando con su canto a cuantos intrusos se aproximen a su territorio. Los pollos son nidífugos, esto es, abandonan el nido nada más nacer.

Su alimentación está basada en gran parte en semillas, raíces y brotes verdes, aunque en primavera los invertebrados también forman parte de su dieta, sobre todo de los pollos en sus primeros días de vida. Es precisamente en esa fase cuando más vulnerables son al ataque de todo tipo de depredadores, tanto por tierra como por aire. Destaca la bravura del macho defendiendo a su prole de esos peligrosos vecinos. Se estima que una tercera parte de las crías son depredadas por rapaces y mamíferos carnívoros. Pero el peligro también viene del ganado que pisa los nidos, o de fenómenos meteorológicos como tormentas o granizadas.

Si los perdigones, como se llama a las crías de las perdices, no sucumben ante los depredadores, en octubre deberán intentar superar las escopetas de la gran cantidad de aficionados a la caza menor. Pero aquí no acaban los peligros a los que se enfrentan estás bravas aves. La destrucción de sus hábitats, y sobre todo la transformación agraria que ha sufrido el campo en las últimas décadas son las principales amenazas a las que se ven sometidas. Y es que los cereales de ciclo corto, los pesticidas, las semillas con recubrimientos fungicidas e insecticidas, la transformación de grandes áreas en regadíos, la eliminación de lindes y la pérdida de diversidad paisajística hacen cada vez más difícil el futuro para esta ave, tan bella y tan nuestra.
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