Los personajes del tío Ful: Gabino Lobo, 86 años

De entre los entrevistados en los últimos meses Gabino es el elegido para que diga adiós al año con todos, lo hace optimista, aunque cree que hay que escuchar a los viejos

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
30/12/2023
 Actualizado a 30/12/2023
https://www.youtube.com/embed/27zSpILZUl4

Gabino cuenta el tiempo como hacen los optimistas, no por lo vivido sino por lo que viene. Así cuando le preguntas la edad no dice tener 86 años, que los tiene, sino que «voy para 87, en febrero los hago».

Ese espíritu optimista, su conversación amena y fresca, como sus recuerdos, son los que nos llevaron a que Gabino Lobo repita en esta conversación semanal manteniendo la tradición de volver a hablar en el último sábado del año con alguien que nos recuerde otras navidades, otros tiempos, otras vidas. Que Gabino lo hará a la perfección nos queda claro cuando a la reflexión de que en las navidades de su infancia aún no existiría Papá Noel y veterano leonés nos deja una reflexión que lleva carga de profundidad. «¿Papá Noel? En mis tiempos el mejor Papá Noel era matar el gocho y que estuviera el arcón lleno de comida».

‘Sus tiempos’ eran los duros años 30 y 40, en el 37 nació y, como hijo de uno de aquellos históricos camineros, tiene un buen número de ‘patrias’: «Nací en Villafañe pero pronto me llevaron para Villarmún, después viví bastante tiempo en Casasola, cuando era mozo, que por eso cuando luchaba me decían Lobo, el de Casasola; y después ya me casé en Cifuentes, y aquí estoy, con la mujer, que nos vamos arreglando para vivir y para cuidar de unas gallinas, unos conejos y hasta un poco de huerto».

Fue Gabino ganadero y de los buenos para la época, de los hechos a sí mismo. «Fuimos a comprar unas vacas que había muy buenas a Alemania, que ni sabíamos una palabra de alemán, pero las trajimos». Y hasta anduvo listo para irse de la cooperativa de la leche «nada más que se empezó a hablar de que había problemas, cuando el Dionisio aquel. Yo dije, con el trabajo mío no se juega, las perras para acá. Y acerté».

Sonríe al recordarlo, sonríe por casi todo, tiene mucha gracia para contar las cosas y solo entristece cuando recuerda al hijo que perdió en un accidente. Y echa de menos el respeto que se tenía por los mayores. «Entras al bar y ni caso, antes un anciano era una persona muy respetada, cuando llevábamos boina, que ahora parece que la gente no se atreve a ponerla». 
 

Lo más leído