En respuesta a "un borrego que ladra"

Asociación ‘Todos sumamos, creando inclusión’
25/03/2021
 Actualizado a 25/03/2021
Circulan por diferentes medios de comunicación las entrevistas realizadas al profesor Juan Izuzkiz, por haber escrito un libro titulado ‘Borregos que ladran’ en las que, con diferentes razones e intereses, se cuestiona la educación que tenemos. Una de sus afirmaciones es que «Se atiende tanto a la diversidad que se abandona a los que sí quieren estudiar», poniendo de manifiesto que este profesor ni sabe lo que es la diversidad, ni su atención, hasta hacerla incompatible con estudiar. Otra de las ‘prácticas educativas’ que aparecen es que «le monté una bronca terrorífica porque yo creía que estaba haciendo otras cosas cuando escribía porque no le interesaba la Filosofía» lo que demuestra su baja capacitación profesional, al gritar sin razón a una alumna; y ya, en el colmo de su osadía afirma: «La Administración escoge palabras que son fantásticas, tipo calidad, inclusión, atención a la diversidad… Si yo me quedo con esta última, es verdad que se ha hecho una atención a la diversidad a lo bestia. Se ha atendido la diversidad de quien no quiere estudiar», lo que resulta bochornoso, humillante e ignominioso para quienes, con diversidad funcional hacen ímprobos esfuerzos para aprender en escuelas e institutos.

Se queja de la falta de motivación del profesorado y de la estética y el tamaño de los centros. Imaginen que a partir de ahora los médicos trataran a un paciente en función de cuán motivado está para curarse o de si ha venido obligado o no, o que se crearan hospitales «más bonitos» sólo para aquéllos que responden a un mejor tratamiento, porque de esa manera están demostrando que quieren curarse más que otros. Eso es lo que el autor de ‘Borregos que ladran’ viene a proponer en el sistema educativo. Escucharle es retrotraerse al pasado, pasado franquista para ser más precisos. No sólo hace gala de la ideología neoliberal más arcaica, sectaria y discriminatoria en la escuela sino que culpabiliza al propio alumnado de no ir lo suficientemente «agradecido y emocionado» a los centros y «descorazonar» al pobre profesorado que los acoge y entretiene, incluso a aquéllos, que según él, no deberían estar allí.

Tal vez habría que abrirle los ojos, y de paso la mente, a una realidad que está muy lejos de lo que él describe, y también, recordarle su privilegiada situación social y su responsabilidad en la educación de nuestros hijos. No sólo faltan recursos y medios, especialmente en la atención a esa amplísima «diversidad» e inclusión a la que hace referencia, en detrimento muchas veces a la escuela concertada, su obligación es dar la mejor educación posible al alumnado, motivarle y facilitar el aprendizaje, que para eso es un profesor, no cuestionar si merece esa educación, si están obligados, si vienen de familias humildes que se involucran con la educación de sus hijos o si deben «acogerles» en los centros como él indica.

Las preconcepciones, prejuicios, valores e intereses que refleja el autor del libro legitiman la desigualdad entre clases sociales o las distintas capacidades o aptitudes que puedan tener los alumnos, para él muchos ya están llamados a ocupar su lugar en la sociedad según y dónde han nacido.

La EDUCACIÓN es un derecho, algo que usted ha obviado desde el primer minuto y la escuela no es un centro de acogida ni debe gestionarse como una empresa en el mercado. Es un conquista social que se ha logrado para que muchos puedan acceder a una enseñanza de calidad con igualdad de oportunidades independientemente de sus diferencias de clase o de cualquier otra naturaleza.

En un momento en el que la escuela parece abrirse a toda la diversidad social, vuelven los discursos tensos del enfrentamiento, selección y exclusión frente a integración e inclusión, desigualdad frente a igualdad, curriculum cerrado frente a uno abierto, profesor frente alumno, suspenso y fracaso frente aprobado y éxito.... en definitiva, intentan construir barreras artificiales que creíamos superadas entre la escuela y la sociedad.

Tal vez debería reconstruirse o reinventarse profesionalmente aportando vitalidad, creando espacios de comunicación, diálogo y aprendizaje compartido, crear fines comunes y fomentar el sentido de la solidaridad, aprovechar las nuevas tecnologías y dignificar una profesión de la que este sr. parece no estar a la altura. O suma o retírese.

Quintiliano en ‘Instituciones oratorias’ dice que viendo Crates a un alumno ignorante, dio un bofetón a su maestro. Reflexione el autor sobre ello.

Asociación ‘Todos sumamos, creando inclusión’
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