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El sol del membrillo

14/10/2020
 Actualizado a 14/10/2020
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Al igual que la luz, por la noche, se cobija en la nevera, así también el sol, terminado el verano, halla refugio en los membrillos. El sol del membrillo, sin embargo, es propicio a los catarros, como «los contrafuertes exteriores de las viejas iglesias» son lugares propicios para el amor. Cuídate del sol del membrillo, advirtieron al césar camino del senado. De niño merendé muchas tardes pan con membrillo, intercaladas con las de rebojo de pan untado con tocino y azúcar. Hoy lo veo impensable.

Con este sol traidor y tentador a un tiempo, salgo a la calle. Toser hoy en una acera está peor mirado que ir con la cremallera del pantalón bajada. Antiguamente se tosía para disimular una ventosidad, hoy ruboriza menos exagerar un pedo con el que pasar de contrabando una mínima tos. Toses inocentes ahora están proscritas, son perseguidas sin respeto alguno por la presunción de inocencia.

De la inocente mano de mi hijo voy a hacer la compra. No pienso en Maquiavelo en ese momento, todavía no. «Nace de aquí una cuestión ampliamente debatida: si es mejor ser amado que temido o viceversa». ¿Qué ha pasado?

¿Qué ha pasado, papá? Me pregunta León. ¿Qué ha pasado? Me pregunto yo también, mientras lo que estoy viendo me traslada a otros tiempos aciagos de atentados terroristas. ¿Qué está haciendo la policía, papá? Eso mismo me preguntó yo. En una calle tranquila, de acacias, carril bici y terrazas, un control policial, con seis o siete coches patrulla, con policías vistiendo chalecos antibalas y calzando amenazadores fusiles, detienen los pocos coches que circulan. Expresión chusca del estado de alarma. Intimidan. Hacen sentir culpables a los ciudadanos, al menos sospechosos. No es una vía de salida. Su único sentido es asustar ¿Nos van a rescatar, papá?

Regreso a casa indignado y preocupado a partes iguales. Busco a Maquiavelo: «Se responde que sería menester ser lo uno y lo otro, pero puesto que resulta difícil combinar ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado cuando se haya de renunciar a una de las dos». Es propio de los totalitarismos que el tirano sea temido. Nunca debería ser temido el gobernante en una democracia. Ya más preocupado que indignado, saco el pañuelo y me sueno a gusto. Me pregunto por cuanto tiempo podré disfrutar de esta frugal libertad.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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