El rey de los bonos foros

Máximo Cayón Diéguez
01/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
El pasado 30 de julio se cumplió el Milenario del Fuero de León, conjunto de preceptos promulgado por el rey Alfonso V y por su esposa Elvira Menéndez, en una curia regia celebrada en la iglesia de Santa María de Regla de León, con asistencia de todos los Obispos, Abades y Señores del Reino de España. Dicho Fuero contiene 48 preceptos. Los 20 primeros son disposiciones de carácter territorial que afectan al Reino de León, y los 28 siguientes, resoluciones que regulan la repoblación y la vida en la capital del Viejo Reino. Todos ellos componen las primeras leyes territoriales de la Reconquista que, según el P. Risco, «debían observarse hasta el fin del mundo».

Alfonso Vermúdez, es decir, Alfonso V, el Noble, el rey de los ‘Buenos Fueros’, era hijo de Bermudo II, el Gotoso, (982-999), y de Elvira García, hermana de Sancho García, conde de Castilla. Muerto su padre el 7 de septiembre de 999, con apenas tres años, según Sampiro, fue ungido y coronado rey de León el 11 de octubre siguiente, en la primera de las tres Catedrales que ha tenido esta antigua Corte de Reyes, de estilo mozárabe, concluida el año anterior. Ofició en la unción regia Froilán II, prelado legionense. Recibió a cambio como donación el castillo de San Salvador de Curueño, próximo a La Cándana. La entronización se materializó por el rito tomado del Antiguo Testamento, ceremonial recogido en el Antifonario visigótico-mozárabe que se custodia en el museo de nuestro primer templo.

Tutelado por su madre, la reina Elvira García, fallecida en 1017, y el magnate gallego Menendo González, asesinado en 1008, posiblemente envenenado, con la hija de éste, la citada Elvira Menéndez, se casará el monarca leonés. De esta unión nacerán dos hijos: Bermudo III, último rey astur-leonés, y Sancha, futura esposa de Fernando I, el Magno. Alfonso V fue declarado mayor de edad en el señalado 1008. El 20 de octubre de ese mismo año fallecía Abd-al Malik, hijo de Almanzor, envenenado tal vez por su hermanastro y sucesor, en palabras de D. Antonio Viñayo, ‘el vaniloco’ Abd al-Rahman Sanchuelo, decapitado al año siguiente por sus otrora correligionarios. Comenzaba así el declive del califato de Córdoba y la irrupción de los reinos de Taifa.

Durante su reinado, Alfonso V doblegó las revueltas nobiliarias, rechazó la invasión de los normandos, que habían alcanzado las desembocaduras del Miño y el Duero, y reconstruyó las poblaciones arrasadas por las aceifas o algazúas emprendidas por Almanzor y por su referido hijo. ‘El Victorioso’ había muerto en la dudosa jornada de Catalañazor, a los 63 años de edad, víctima, según la crítica moderna, de la sífilis. Enterrado, en principio, en Medinaceli el 9 de agosto de 1002, su cadáver fue trasladado después a Córdoba. El Cronicón Burgense registró el fallecimiento así: «El año 1002 murió Almanzor y fue sepultado en el infierno».

En aras de la revitalización económica, Alfonso V promulgó en 1017 el Fuero de León o Fuero Gótico, cuyo vigésimo precepto recoge que «establecemos que la ciudad de León que fue despoblada por los sarracenos en los días de mi padre el rey Bermudo [II], que sea repoblada por estos fueros […] y que nunca, en perpetuidad sean violentados…». Reforzado el reino, con afanes reconquistadores, puso sitio a Viseo, donde perdió la vida con apenas 34 años.

Oliva, abad del monasterio de Ripoll, obispo de Vich, y consejero del soberano de Pamplona Sancho III el Mayor, (1004-1035), iniciador del reino de Navarra en el primer tercio del siglo XI, y a quien, sin más, el prelado catalán daba el título de rey, llamaba, sin embargo, ‘Imperator’ al monarca leonés, cuya tumba se halla en el Panteón Real de San Isidoro. Su epitafio dice: «Aquí yace Alfonso, que pobló León después de la destrucción de Almanzor, y le dio buenos fueros. Hizo esta iglesia [entonces de San Juan Bautista y San Pelayo y hoy de San Isidoro] de barro y ladrillo. Peleó contra los sarracenos y fue muerto por una saeta en Viseo en Portugal. Fue hijo de Vermudo Ordoñez. Murió el 5 de mayo de la era 1065». Esta fecha es incorrecta. Alfonso V murió en la ciudad portuguesa y en las circunstancias descritas el 7 de agosto de 1028, miércoles, según estimación del profesor Sánchez Candeira, a la vista de un documento que se custodia en el Archivo Histórico Nacional, otorgado por Vistruario, obispo de Santiago de Compostela. El prelado había sido padrino de Bermudo III, hijo, como he dicho antes, de Alfonso V.

En octubre de 1920 se llevó a término la conmemoración del IX centenario del Fuero de León. Entonces, se consideraba aún que su promulgación había acontecido el 1 de agosto de 1020. Con este motivo, un apretado programa de actividades se desarrolló durante los días 24, 25 y 26 de octubre del señalado 1920, coincidiendo con la reapertura al culto de la capilla mayor de la Real Colegiata de San Isidoro, totalmente restaurada.

Todo comenzó aquel 24 de octubre, cuando, de madrugada, las bandas de música del Hospicio y del Regimiento de Infantería Burgos 36 despertaron a los leoneses con alegres dianas. Luego, a las nueve y treinta minutos de la mañana, en la S.I. Catedral se celebró una «solemnísima fiesta», recogida en el programa oficial en estos términos: «Oficiará de Pontifical el Excmo. e Ilmo. Prelado de esta Diócesis. Asistirán los Ilmos. Sres. Obispos de Astorga y Escilio, [éste por el Arzobispado de Compostela], ocupando la Cátedra Sagrada el Ilmo. Sr. Obispo de Escilio, Dr. D. Ramiro F. Valbuena. La Capilla interpretará la misa del maestro Uriarte a gran orquesta y con más de 200 voces en los coros. A la fiesta asistirá el Excmo. Ayuntamiento en corporación y las demás Autoridades civiles y militares, Centros y Corporaciones y Cabildos».

D. Ramiro Fernández Valbuena, leonés nacido en Huelde, en la montaña de Riaño, el 11 de marzo de 1848, falleció el 3 de marzo de 1922, siendo Obispo Auxiliar de Santiago Compostela. Personalidad eclesiástica, Pío X le confirió en 1904 el nombramiento de Prelado Doméstico. Senador por el Reino de España y eminente erudito, León honra su memoria con una calle en el centro de la ciudad.

Durante las tres fechas citadas, entre otras actividades, hubo una ‘Exposición Leonesa de Arte’ en las galerías del Palacio de la Diputación Provincial, un Certamen Literario, en el desaparecido Teatro Alfageme, sito en la calle Ramón y Cajal, organizado por el Ateneo Leonés, actuando de mantenedor, con un discurso sobre el Fuero de León, D. Laureano Díez Canseco, catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Central, así como conferencias, fuegos artificiales, velada cinematográfica y concursos populares a efectos de conservar «las características etnográficas leonesas, en indumentaria, adornos, instrumentos, juegos y diversiones artísticas, ejercicios de fuerza o destreza…». Y, por supuesto, campeonato de aluches, que se desarrolló en la pradera de ‘El Parque’, curiosamente, con algún incidente entre el público asistente. Al parecer, según una referencia periodística de la época, los dos agentes de la policía local encargados del orden público, durante el desarrollo de dicha competición, se vieron desbordados por las circunstancias a la hora de calmar los ánimos.

Se editó también entonces una espléndida revista, rezumante de leonesidad, bajo el título: ‘Album gráfico. León artístico y monumental. Gráfico y descriptivo en el Centenario de sus Fueros’, donde hay una fotografía del rey de España, dedicada de su puño y letra. Allí puede leerse: «En el centenario del Fuero de León. Alfonso XIII. 1920». Y entre sus páginas, en un trabajo sin firma, titulado ‘Las Fiestas del Centenario’, se habla ya de la erección de una estatua al rey Alfonso V. Lamentablemente, todo quedó en agua de borrajas porque el presupuesto «ha tenido que ser reducido y amoldado al importe de las subvenciones que Gobierno y Corporaciones votaron para atender a los gastos originados».

De igual modo, el pretendido traslado por aquellas fechas de los restos del rey Alfonso VI y de sus esposas al Panteón de San Isidoro quedó en nada. Y es que cuando todo estaba previsto, así lo decidió Alfonso XIII: «cúmplase la voluntad del regio testador…», es decir, de Alfonso VI, con lo cual, los despojos mortales del conquistador de Toledo y de sus cónyuges siguieron depositados en el monasterio benedictino de la Santa Cruz de Sahagún. Y allí continúan, actualmente, en dos sarcófagos, en la iglesia del citado cenobio.

Ya en 1971, [PROA, 10.08.1971], M. Cayón Waldaliso, luego Cronista Oficial de León, se dolía así de la carencia de estatuas en nuestra ciudad: «La ciudad se está hundiendo en la vulgaridad, en lo insulso, en lo monótono, que es decir en la uniformidad fastidiosa, al faltar en plazas y paseos, tanto tradicionales como de nuevo cuño, esa belleza ornamental de la estatua para realce de la fisonomía urbana». Ocho años después, Antonio Viñayo, [La coronación de Alfonso VII de León, 1979, pg. 5], era aún más explícito: «León es ciudad sin estatuas. Trescientos y más años fue capital de un Reino bien célebre que, en algún momento, tuvo bajo su hegemonía, prácticamente, a toda la Península. Sin embargo, ninguno de sus reyes ha sido inmortalizado en piedra o en bronce para recuerdo de la Historia y ornato de los lugares cotidianos […] Para contemplar la imagen en piedra de un rey leonés presidiendo una plaza o embelleciendo un paseo es preciso acercarse a Madrid o a Logroño donde vigila el desfile de los riojanos, en el más noble paseo de la ciudad nuestro rey Alfonso VI…».

Alfonso V está íntimamente ligado con el Fuero de León de 1017. Su representación estatuaria resulta tan necesaria en el paisaje urbano legionense como otra dedicada al rey Alfonso IX, promotor de los Decreta de 1188. Ambos textos jurídicos conforman dos magníficos activos para la promoción de esta antigua capital del Viejo Reino, máxime ateniéndonos a la autoridad que les confiere la datación histórica.


Máximo Cayón Diéguez Cronista oficial de la ciudad de León
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