El forzudo, el gladiador y el contador

Acebedo es tierra de luchadores para el recuerdo, de hombres que van del forzudo Jandrón a Miguelín

Fulgencio Fernández
25/07/2020
 Actualizado a 25/07/2020
El inolvidable Miguelín de Acebedo y Felipe León junto al ex ciclista leonés Javier Pascual en el corro de Villafañe.
El inolvidable Miguelín de Acebedo y Felipe León junto al ex ciclista leonés Javier Pascual en el corro de Villafañe.
Si la historia de la lucha leonesa es rica en algo es en historias, personajes, leyendas... pero para que esa historia perviva, se transmita, es fundamental una figura poco definida, el contador de las historias, el animador de los filandones, el tertuliano de lucha en las reuniones.

Y en ese campo de los contadores de las historias hay un recuerdo inevitable para un luchador de Acebedo, Miguel Álvarez Lavín, Miguelín de Acebedo, buen luchador, campeón provincial, ganador de corros, pero sobre todo un inagotable pozo de anécdotas y un hombre fiel a la lucha leonesa hasta sus últimos días. La figura de Miguelín al lado de su inseparable amigo Felipe León es un recuerdo imborrable en los corros. Era, además, quien mejor definía a los luchadores en una palabra: un titán, una roca, un escurridizo...
Y era de buen pueblo Miguelín, Acebedo, para ser contador de leyendas pues en Acebedo nacieron y lucharon  algunas de las más llamativas: Jandrón, El Forzudo, o Quintín Martínez, El Gladiador Romano, además de otros como Lavín, primo del propio Miguelín, Miguel Álvarez Lavín, «campeón provincial en medios en 1966», como le gustaba presentarse a él.

Contabas Miguelín con frecuencia la leyenda de Jandrón, El Forzudo. «Alejandro era un poco como Quintín, sólo le gustaba luchar en su pueblo o muy cerca, pero el día de Santiago ver luchar a Jandrón era el espectáculo del pueblo. Llegaba, se sentaba en el medio y decía:‘que me echen tíos para acá, eso sí, siempre que tuviera el garrafón de vino al lado apara echar un trago cuando lo necesite, que mira si tendría fuerza que levantaba la garrafa con una mano y bebía. Un extraterrestre, y después a tumbar tíos como el que bebe agua, que no es el caso».

Lo único malo de la historia es el final de Jandrón, trágico. «Estaban de hacendera, cambiando el tejado de la iglesia y llegó la viga del cumbrial. Varios hombres de fuerza la subían por un lado y él se empeñó en sujetar solo por el otro lado. Era muy orgulloso y aunque veía que no podía no dijo nada, hasta que cayó reventado... Lo bajaron a Riaño pero no hubo solución, así murió Jandrón».

El luchador, junto a Miguelín, más recordado fue Quintín Martínez, al que Olegario Cascos bautizó como ‘El Gladiador Romano’ por su lucha de calidad pero irreductible. El problema, como ya apuntó Miguelín, es que no le gustaba nada salir a luchar lejos de Acebedo. «Dicen que solo bajó una vez  más abajo de Cistierna, hasta Mansilla, y ganó».

Y en Cistierna protagonizó uno de sus momentos más recordados, la final del Provincial de 1958, ante el todopoderoso Felipe León. Y se llevó la victoria Quintín ante más de 5000 aficionados e inscribió su nombre en el palmarés del año junto a Jesús Rueda, de Carbajosa, y otra leyenda, Cayo de Celis, de Villaobispo.
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