23/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
En diciembre de 1968, hace justamente cincuenta años, pocos meses antes del nombramiento de Juan Carlos como príncipe heredero, fue expulsado de España Carlos Hugo de Borbón-Parma, pretendiente carlista al trono de España, dando lugar a un levantamiento multitudinario en Montejurra, la ‘Montaña Sagrada’ de los vascos. Esa expulsión, a la que siguió el resto de la familia Borbón-Parma, suponía la ruptura definitiva del régimen vigente con un carlismo al que unos años antes Franco había intentado seducir para que apoyara su proyecto de sucesión monárquica. El intento era posible a finales de los años cincuenta gracias a la retirada de Fal Conde como líder del carlismo tradicionalista, opuesto durante la Guerra Civil a la unificación por Franco de esa formación política con la falange (FET y de las JONS). Con Franco, además de ‘grande’ y ‘libre’, España debía ser ‘una’ en todo. El sustituto de Fal Conde, José María Valiente, trató de convencer al Generalísimo de que aceptara la monarquía federativa, basada en los antiguos fueros, que los carlistas veían como alternativa. Pero Franco solo quería de los carlistas la aceptación del príncipe Juan Carlos, de la otra rama borbónica enemiga del carlismo, como sucesor y futuro rey de España. Valiente fracasó y el carlismo volvió a la oposición. El Caudillo tomó entonces la decisión de excluir a los carlistas de sus proyectos sucesorios. En tal sentido, se prohibieron sus actos, se prodigaron las detenciones y las multas, y los medios de comunicación recibieron consignas para que les hicieran el vacío.

Pero a esa altura la Comunión Tradicionalista ya había adquirido gran fuerza social, con una activa juventud que, bajo el liderazgo de Carlos Hugo, se tornaba hacia el socialismo democrático. Junto a su mujer, la princesa Irene de Holanda, ambos dando una imagen dinámica y moderna en actos a los que acudían miles de boinas rojas, muchas de ellas excombatientes requetés que habían ayudado a Franco durante la Guerra Civil. El periódico ‘El Pensamiento Navarro’ –de quien, dicho sea de paso, Pío Baroja había dicho: «¿Pensamiento y navarro?, ¡imposible!»–, entonces portavoz oficioso del carlismo progresista y democrático, fue el principal difusor. Javier María Pascual, su director, llegó a reclamar del Gobierno que levantara el castigo a Guipúzcoa y Vizcaya por haberse mantenido fieles a la II República, restituyéndoles los fueros y el concierto económico con el Estado.

A raíz de una de las concentraciones carlistas, el 15 de diciembre de 1968 en el monasterio riojano de Valvanera, Franco se decidió a dar la orden de expulsión de los Borbón-Parma. Meses después, la tensión entre el carlismo y el régimen franquista estalló violentamente el 4 de mayo de 1969 en la localidad navarra de Estella, convirtiéndose en una ciudad sin ley. Miles de carlistas recorrieron durante horas sus calles al grito unánime de «¡Franco, traidor, sí señor!» Se registraron choques con la Guardia Civil, que no podía controlar la situación, ni siquiera disparando al aire. Se rompieron lunas de los bancos y de organismos oficiales. Se chamuscó públicamente la imagen de Franco y se acuartelaron las guarniciones por si el levantamiento pudiese llegar a Pamplona. Ese día, el carlismo celebraba la tradicional concentración de Montejurra. Pero el carlismo muy pronto acabaría escindiéndose entre los partidarios de Sixto Enrique (ultraconservador) y su hermano Carlos Hugo (socialdemócrata), dando lugar a unos trágicos sucesos en Montejurra, el 9 de mayode 1976, que ocasionaron dos muertos.
Lo más leído