Recuerdos y añoranzas de las fiestas del Cristo

Siempre, cuando algo muy querido nos falta, los recuerdos y añoranzas nos hacen revivir unos momentos que, en su día, no significaron otra cosa que una ilusión o el obligado paso de unos tiempos

Ramón Cela
13/09/2020
 Actualizado a 13/09/2020
Conjunto de gigantes y cabezudos villafranquinos	una piezas de arte que cada año invitan a festejar. | FOTOS CELA
Conjunto de gigantes y cabezudos villafranquinos una piezas de arte que cada año invitan a festejar. | FOTOS CELA
Mi familia tardó unos cuantos años en disponer de aquel maravilloso aparato de radio, que si había suerte y no se cortaba la luz, sería el entretenimiento más valorado de todos y en ocasiones el tema estrella de las reuniones de vecinos, ya que estos no abundaban y cualquier noticia de la radio, siempre sería digna de sentirsemás actualizada. Eso siempre era tan prestigioso como los comentarios que hacíanaquellas familias más pudientes que diariamente, recibían el periódico con el correo.

Yo estaba situado en un punto medio- bajo, pero cuando era un jovenzuelo con ganas de aprender, buscaba siempre la compañía de personas mayores que siempre me enseñaban más y hacían crecer mis ilusiones por otros caminos más amplios que aquellos del fútbol o las fábulas de aquellos que habían hecho ‘ La Mili’ y decían que nunca habían hecho una guardia.

Naturalmente, como cachorrillo de animalsocial, jugabacon auténtico entusiasmo a todo lo imaginable y , como todos mis amigos en verano, tratábamos de emular a Tarzán ante las chicas que de reojo nos miraban desde la poza del río más próxima, porque en ocasiones las chicas tenían sus pozas y los chicos, mucho más aguerridos, las nuestras, sobretodo si había peñas altas para tirarse de cabeza al agua, aunquenuestra barriga rozara las ramas de los arbustos silvestres del río.

Crecimos al tiempo que lo hacíannuestras ilusiones. Así formábamos equipos de fútbol y en ocasiones, hasta salíamos a pueblos próximos donde estábamos más atentos a las chicas que en ocasiones admiraban nuestras proezas que no dejaban se ser otra cosa que no mostrar mucho dolor al recibir una solemne parada en la espinilla.

Pronto llegarían las Fiestas del Cristo y eso en Villafranca del Bierzo, era alcanzar el cielo con las manos. El volteo de las campanas de la Iglesia de San Nicolás el Real, anunciaba el comienzo del novenario yel pase por la peluquería para estar presentable durante las fiestas y, a ser posible, atraer la atención de aquellas chicas que más nos gustaban, pero que irremediablemente, siempre se fijaban en el forastero y nunca en el del pueblo.

Yo, creo que como todos, lo intentábamos de mil maneras, pero aquellono dejaba de ser decepción tras decepción, quedándonos como consuelo una de aquellas sonrisas, cuando alguna chica ‘perdía’ una cadena o una medalla en las ya frías aguas del Burbia. Aquella sonrisa de agradecimiento, pagaba con creces el enrojecimiento de nuestros ojos al no disponer de gafas acuáticas.

Como venían las Fiestas del Cristo, los hijos de los adinerados, marcharían a estudiar fuera, mientras que nosotros, seguiríamos disfrutando de la soledady el aburrimiento del pueblo, donde solo quedaban aquellas jóvenes que en verano, solo miraban a los forasteros.

Yo lo intenté todo y nunca tuve suerte. Era muy joven para sacar uno de aquellos enormes gigantes y el meterme dentro de un cabezudo me parecía poca cosa para poder ensayar las artes de seducir a las chicas del Colegio de las Monjas. Además, siempre las plazas estaban dadas de antemano.

Llegaba el día trece, Víspera del Cristo y elvolteo de campanasy la enorme cantidad de bombas de gran palenque, nos hacía estar astraidos en ver cómo daban vueltas las campanas, empujadas por manos expertas con sus grandes y agradables sonidos. Aquí tampoco tuve suerte y solo las toqué una vez en la Románica Iglesia de Santiago. Siempre fui un cúmulo de fracasos, pero mis amigos los ‘viejos’ me animaban a proseguir intentando hacer cosas.

Los enormesy centenarios gigantes de Villafranca, comenzaron a perder interés para mí, porque aquellos que los bailaban, parecían gozar de buena salud y, de vez en cuando, hacían correr la bota de vino para hacer más liviano su enorme trabajo, mientras los gaiteros del pueblo tocaban aquel : Tumpurruntuntún, palillos de madeira, baila Don Quijote con doña Dulcinea… Melodía ancestral, que se sigue tocando a través de los años.

En aquellos tiempos, solo eran seis los grandes gigantesy seis cabezudos, que salían por las calles animando a las gentesal principio de las procesiones, al día de hoy, ya son treinta y ocho y con ánimo de seguir acumulando más y más que en ocasiones se dividen en otras festividades o reivindicaciones.

Pero…la vida nunca me ha deparado lo que pienso que es un placer, bailar los gigantes de Villafranca del Bierzo, quizás si volviera a nacer...
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