Solo hay que verle para saber que tiene un mundo que contar. Vacía sus bolsillos y están llenos de papeles con anotaciones que surgen de la nada y que anota con rigurosa caligrafía Rubio. Nacen volanderos, de los bolígrafos que casan con esas hojas. Tal vez no le haga falta anotar, porque su cabeza va escribiendo trazos de relatos o rutas constantemente. Sean o no un libro, esos papeles van dictando su marcha. Pero Francisco Arias ha querido que sus relatos tomen forma dando la mano a su primo Roberto Arias "como una terapia" para apoyarle en momentos duros y también para aderezar esa relación que mantienen más allá de las palabras escritas.
Así comenzaron a hilvanar palabras, uno desde el relato, el otro desde la poesía, para la que vive. No era la primera vez que se unían. Lo hicieron en 1991, en 'Bordado en el alma', el libro con el que Roberto inició un curriculum prolijo en verso. Eran relatos de la mili los que se tatuaron en ese libro. "Pero no tenía el entusiasmo y precisión que tengo ahora", dice Francisco. Y es que, sus relatos ahora son más experimentados tras pasar por el tamiz de un curso literario ofrecido por Ester Folgueral en el que participó. De hecho, el 70% de los trabajos que presenta en este 'Hilvanando palabras' nacieron de los ejercicios de ese curso que realizó en 2011. Allí aprendió que hay que aprender "para escribir hay que saber hacerlo", dice. Y después, "hacerlo mucho". Veinte, cuarenta relatos...y más. Esos son los que fue horneando desde aquel curso, aunque el 30% que resta en el libro fueron de elaboración posterior. Porque ahora Francisco mira en relato. Si algo le llama la atención, saca una hoja y apunta el tema, por aquello del tal vez... "no descarto escribir más relatos en el futuro, pero todo depende de la acogida que tenga este libro entre el público general. Lo cierto es que me gusta escribir y me relaja profundamente, pero también me atraen otros muchas cosas y actividades", dice.
Tiene encajadas las historias, pero primero quiere ver desembarcar su hilván terapéutico, prologado por Valentín Carrera. Sus relatos, esta vez, mezclan los "embudos", dice, que son los que encajan todas las cosas en un final escueto y sorprendente con las "pragmatografías" que son más bien descripciones usando la prosa poética. Lo hace en "La memoria del agua", relato que mezcla con una veintena de ellos en los que descubre a personas con las que se ha llegado a identificar como Marolo Pelotas, el vendedor de vinos y vinagres del que supo en Arévalo, o la descripción jocosa de su hermano Abel... Él ha ilustrado el libro, y su hija, lo que hace que el libro cobre una dimensión familiar importante para Francisco, que se añade a ese apellido terapéutico del libro. Hace familia, literatura y cuenta. Y tal vez sea el inicio de no dejar de hacerlo.
Roberto es su ojito derecho literario, o los dos... “Trabajar con Francisco es garantía de éxito, a juzgar por la bonanza de sus obras recientes”, dice el poeta. Ahora, en esta nueva publicación, pretende “dar lo mejor de mí; son poemas que se podrían catalogar como sencillos en su contenido temático y creo que cualquiera que se asome a sus versos podrá entenderlos con cierta facilidad; son más bien breves, aunque no demasiado, y en cuanto a su temática se fundamentan en ideas recurrentes que se refieren al amor, el paso del tiempo, la naturaleza…”. Y en su cabeza, una dedicatoria muy particular de sus poemas “mi aportación en este libro está dedicada a compañera sentimental Mª Encina López Manzano, fallecida el 30 de enero de 2023”.
Roberto considera que la poesía es más que escribir “lo es todo para mí, es mi pasión, lo que me impulsa a seguir en el camino de la vida y lo único que me motiva y apetece, ya sea escribiendo o leyendo; creo que es un buen alimento para el alma”. Aunque reconoce que no es una propuesta para mayorías “sigue siempre como una propuesta para alcanzar un mundo mejor en cuanto a valores humanos y favorecer el funcionamiento ético de la sociedad en general”.
El autor define a los poetas como “paladines de la fraternidad y nuestro propósito es fundamental; no obstante, y como dijo Bécquer “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía””.
El libro conjunto no tiene un nexo de unión claro para Roberto, y eso considera que mejora la oferta para el lector “hay más variedad que si los textos fuera similares y homogéneos; de este modo, pienso que se enriquece el resultado final hasta lograr una obra coherente, capaz, como mínimo, de entretener el espíritu y captar la atención de quien pretenda pasar un rato agradable recorriendo sin prisas y saboreando cada renglón, párrafo o estrofa con el mismo entusiasmo y delicadeza con los que fueron escritos”.
Con 'Hilvanando Palabras' entre sus manos, el poeta ve culminada una dedicación “es como llegar a la meta de un acontecimiento deportivo; es ver plasmados en el papel tus sentimientos y pensamientos, que de este modo pueden ser compartidos”. “El objetivo de la escritura es, al fin y al cabo, llegar a otras personas, sino no tendría sentido y, cuando esto se materializa, el autor nota, al menos en mi caso, una eclosión de gozo indescriptible y una magia especial que inunda el corazón de sueños desbordantes”.
Y después de este nuevo libro, siempre queda otro “siempre se puede innovar, aunque es algo que, para lograrse, requiere un poco de imaginación y dedicación”. Que no todo se deba a la mano de la inspiración, como cree que es, sino al trabajo diario, posibilita la continuidad de “nuevas perspectivas, aunque también podría pensarse que siempre se cuenta lo mismo para alcanzar la belleza sutil y renovada del poema”, dice. Desde este domingo y a lo largo de una semana, La Nueva Crónica incluirá su libro con portada de Abel y un corazón compartido que se cose por dentro. Y el Día del Libro, 23 de abril, ambos estarán firmando ejemplares, y presentando el libro en la plaza del Ayuntamiento a partir de las 18:00 horas.