Un fotógrafo villafranquino desvela en un libro que Hitler fue enterrado en Paraguay

Ramón Cela acaba de publicar su séptimo libro, con la intención de contar una historia de amor que le llevó a investigar "la segunda vida" del dictador alemán en Argentina

26/12/2023
 Actualizado a 26/12/2023
El fotógrafo y escritor berciano Ramón Cela.
El fotógrafo y escritor berciano Ramón Cela.

«Hace unos años hice una promesa a un amigo: que hablaría de su gran amor en Villafranca». El conocido fotógrafo, Ramón Cela argumenta así lo que ha justificado la publicación de su séptimo libro en el que, tirando del hilo de un amor «como no he conocido otro» entre dos vecinos de Villafranca, se encontró con un segundo tema «la segunda vida de Hitler», que no dudó en investigar. Así nació ‘La húngara, la segunda vida de Hitler’, un escueto relato que saca a la luz una historia entrañable, por un lado, y desvela secretos que pocos han querido confesar. 


Cela explica que todo comenzó con «una escena» que él vivió hace años «había una joven en Villafranca a la que llamaban ‘la húngara’. Medía 1,80, con un cuello inmenso y una trenza negra que le llegaba hasta la cintura». Ese llamativo porte encandiló a un villafranquino, y aquella historia de amor era inmensa. Pero él se fue con su familia a la Argentina donde «le hicieron casarse por haber dejado embarazada a una chica». La húngara se enteró y decidió romper aquel lazo que le unía a su enamorado.

Ella había llegado a Villafranca con su familia, en carromato. Habían huido de Hungría y la madre enfermó de tuberculosis por el camino y murió. Su esposo la enterró en el Manjarín, porque no tenía dinero para repatriarla a casa. Él era anticuario en Budapest, pero vivía de violinista en Villafranca y, desde este punto se fue a Uruguay y después a Buenos Aires «hizo una orquestina» y ahí se perdió su pista. La húngara trabajaba para unos notarios en Villafranca «y se fue con ellos».


Pero la historia de los enamorados no se quedó ahí. Él regresó a buscar a su amada y esta se fue «él me pidió que lo llevara a la estación de tren para despedirla y cogí mi Vespa para llevarlo. Allí el persiguió el tren desde fuera y casi lo atropella porque se cayó al seguirlo hasta que acabó el andén». «Fue lo más romántico que he visto y prometí escribirlo». Entre letras de amor, Cela se encontró con una segunda historia.

El padre de la húngara había trabado relación con el Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales, o Mosad, la agencia de inteligencia exterior israelí, desde Argentina «allí hay muchas zonas donde solo se habla alemán y a él lo cogieron porque lo hablaba. Estuvo recorriendo Argentina y pasándoles información». Y ahí se encontró con que el dictador alemán Adolf Hitler no había muerto en Berlín, como se había dado a conocer oficialmente, sino que lo habían llevado tres submarinos 530-377 a San Carlos de Bariloche, a un lago «allí le hicieron una preciosa casa de madera» donde vivió.

Lo habían liberado los aliados, dice «a cambio de 300 científicos». Incluso apunta que la Guerra Fría comenzó en ese punto «porque a la URSS le dieron 100 y Stalin enemistó con los aliados». Pero, desde allí, Hitler quiso «buscar el oro de los Jesuitas en Brasil» un tesoro conocido, y parece ser que se quedó en el intento hasta que falleció «de anciano».

Lo enterraron en Paraguay, en la calle España 202, debajo de un hotel alemán «con metro y medio de hormigón encima», explica Cela. «Me ha costado mucho investigar sobre ello, pero existen documentos y fotografías». Él fue tirando de la historia que le relataron dos húngaros en Villafranca, ese gran cruce de caminos berciano que siempre hace parada para dar a luz una historia que contar para Cela. Ellos le contaron que no podían vivir en Budapest donde la tragedia por el paso del nazismo era inenarrable. «Los nazis estaban en el Gobierno y había una especie de Falange, que era igual o peor que ellos». Cuando esos dos húngaros huyeron habían entrado los rusos «y violaron a mujeres y niñas».

Hubo un embajador español en Budapest, que era de Aragón, que consiguió liberar a 5.000 judíos «dándoles pasaporte español, acogiéndose a una orden que aún no había sido derogada de 1925, en la que se decía que todos los sefarditas eran españoles. Le llamaron el Ángel de Budapest». Pero la historia fue cruel en Budapest en aquel tiempo «llevaron a 40.000 húngaros a campos de concentración. A los niños los cogían y los ataban en parejas. Mataban a uno y al otro no. Los tiraban así desde el puente del Danubio. Los había que no salían y otros sí, la menor parte, pero les pegaban un tiro en la cabeza». Un relato cruento que conmovió a Cela.

Una historia con la que Cela cumple su compromiso, aunque ya le ronda por la cabeza su octava publicación que dedicará a Cuba, desde Villafranca y desde la isla, donde él compartió incluso un segundo matrimonio. Tenía a tíos en Cuba que quisieron llevárselo para la isla cuando tenía 13 años. La idea ya estaba trazada pero no había asiento en el avión para él y hubo un accidente en el que fallecieron. Cela siempre ha tenido una gran implicación con Cuba y es el relato que quiere contar próximamente.
 

Archivado en
Lo más leído