La abuela de San Román cumple 110 años "y voy para 111"

Felicitas Esteban nació en 1913 en Sejas de Sanabria pero su vida la hizo en el pueblo de San Román, donde se han parado sus recuerdos

27/11/2023
 Actualizado a 27/11/2023
Felicitas Esteban en su cumpleaños. | MAR IGLESIAS
Felicitas Esteban en su cumpleaños. | MAR IGLESIAS

La abuela de San Román de Bembibre sigue peinando canas en su Sabadell de acogida. Felicitas Esteban cumplió 110 años el 22 de noviembre, convirtiéndose en una de las «sobre centenarias» más longevas del país. Y lo hizo soplando velas con fuerza, diciendo que tiene 111. «Mamá, tienes 110», le dice su hija Tita. «sí, pero ya voy…», responde retando al tiempo. Nació en 1913 en Sejas de Sanabria y llegó al Bierzo un día de San José, de la mano de su esposo, el cacharrero, Francisco González. Siempre celebraron ese día en familia, porque ahí la comenzaron.

En San Román de Bembibre hicieron casa y tuvieron seis hijos, Nazario, Tita, Toño, Obdulia, Yolanda y Paquito. Feli eso lo guarda tan adentro que no se acuerda, solo de Toño, que es quien le da la mano cada día para sumar otro. Sí se acuerda de que su madre está cuidando las gallinas y que no tiene prisa por darles de comer. Y que su novio está haciendo una casa al lado de la suya. Y canta, canta mucho para retar a los demás «a ver si te la sabes», dice.

Feli es Felicidad y no deja de sonreír. «Tienes que comprar un niño», le dice a la nieta. «Abuela, no sé dónde se compran». «Pues compras dos», espeta como una cerilla.


Felicitas sonríe y quita las migas del mantel en la sobremesa hasta que no queda una. Y resuelve adivinanzas. Le gustan los retos. Habla de los muñecos que «no dejan de trabajar nunca» y eso le hace gracia. En su cumpleaños no le regalan pañuelos para el cuello o chaquetas de señora mayor. Ella quiere muñecas que se muevan y chorizo o algún dulce que, aunque no tiene dientes, consigue masticar. 
La abuela de San Román no lleva bastón ni gafas. Toma dos pastillas al día y una es para que remitan las voces que la sordera le deja y le confunden. Solo hay que gritarle un poco al oído, lo demás está bien. «¿Qué tal estás abuela?», «a mí no me duele nada», dice. 

Felicitas Esteban con tres de sus hijos y sus familias.
Felicitas Esteban con tres de sus hijos y sus familias.


Feli vivió tiempos de guerra y de posguerra, aunque nunca habló de hambre. Pero hubo un episodio que dejó tocada a la familia, porque ella tuvo una hija de «las niñas de la bomba», Tita, la segunda. San Román aún recuerda a las niñas que fueron a lavar al río y explotaron un artefacto que parecía un sombrero de muñeco. Lo quisieron sacar de un palito en el que venía, arrastrado por el río y, a base de golpes, aquel sombrero explotó. Mató a la que intentaba desencajarlo.

A Tita le arrasó las piernas de metralla. Y las cicatrices siguen en ellas, aunque Feli de eso no se acuerda. A los 110 es más fácil hablar por los ojos y ella lo hace, aunque no hay que intentar mirarle las joyas porque ahí «ay que coño, déjame en paz que te doy». 


La abuela del Bierzo no es de las que se queja y busca un final. Es de las que se sabe ganadora, porque ha derrotado el dictamen del tiempo. Es excepción, y se encamina a los 111 desde Sabadell, acordándose de su tierra. «Abuela, me voy». «¿Ya marchas, a dónde vas?». «Marcho a San Román». «Llévame contigo», pide en ese impás de recuerdo.
 

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