Dos años de Cartas a ninguna parte

Han sido casi treinta mil las palabras escritas, miles las páginas leídas, millones los sueños cumplidos: son dos años de 'Cartas a ninguna parte'

Ruy Vega
27/10/2019
 Actualizado a 27/10/2019
Pensativo, Ruy Vega reflexiona este mes sobre sus dos años de colaboraciones enviando cartas al cielo.
Pensativo, Ruy Vega reflexiona este mes sobre sus dos años de colaboraciones enviando cartas al cielo.
Ypor fin hubo respuesta….No sé si es el destino o el azar. También puede que sean los hilos inmanejables de la propia y caprichosa realidad, que siempre ha superado la imaginación, o puede que, simplemente, se escape a nuestro conocimiento. No lo sé. Hoy, he recibido tu última carta. La he cogido, como siempre, nervioso. Siempre puntual, siempre constante, siempre presente. Me tiemblan las manos cada vez que llega una. Me sonríen los recuerdos y me engrandece el alma cuando las leo. Ahora, hijo, me toca a mí.

Hoy soy yo quien te escribe la número veinticuatro de las ‘Cartas a ninguna parte’. Puede que nunca la puedas leer, quién sabe, también puede que sí. Tú sigues ahí, mes a mes, redactándolas, sin pausa, sin saber que he podido leer todas y cada una de ellas, sin conocer ni suponer, ni en el más lejano de tus sueños, que aquí las tengo. ¿El cómo han llegado? Quién lo sabe y, a decir verdad, ¿acaso importa? Seguro que no.

«Búscame en tu corazón, búscame en el interior de tu alma, en tus sueños y en tus recuerdos », pide el padreQué duro debe haber sido leer todos aquellos libros. Tras cada página, tras cada frase y tras cada palabra, tras cada sílaba o tras cada punto. Tras todo ello sentirías que lo hacías por mí. Porque yo ya no podía leer y necesitaba seguir conociendo y amando la literatura. Muchas gracias, porque me has hecho conocer a grandes y maravillosos autores que hoy ya admiro y puedo considerar tan míos como tuyos.

Debe ser difícil para un hijo escribir líneas y líneas para un padre que ya solo es un recuerdo. Pero si supieras que he podido leerlas… Si tan solo el destino, el caprichoso destino, me permitiera acercarme a ti una noche, mientras duermes, para susurrarte al oído una única frase, solo una… No pediría más. Te miraría a los ojos, observaría tu tranquilo descansar, acariciaría tu rostro, ahora lejano, y te diría con sinceridad perenne: «Tranquilo, sigo aquí».

Pero no es posible y puede que deba ser así. Ahora, solo me dedico a observar y leer una y mil veces cada carta, buceando entre textos increíbles.
Sé que me has buscado entre las estrellas. Sé que te has sentado en los bancos de la vida para observar el estrellado cielo infinito del verano tratando de encontrarme. Lo sé. Pero te equivocas, hijo. No busques allí. No es ese el sitio en el que me puedes encontrar. No, no lo es. Búscame en tu corazón, búscame en el interior de tu alma, en tus sueños y en tus recuerdos. Búscame en las fotos que sigues guardando en aquel cajón o en los libros que compartimos. Búscame cuando tus hijos te llamen ‘papá’, búscame cuando rías, pero sobre todo cuando llores, porque de sentimientos está hecho el recuerdo. Búscame en el infinito del amor, en los cafés que compartimos, búscame en cada amanecer, búscame en cada verso y en cada texto… Búscame siempre porque, ¿sabes? No es inmortal el que nunca muere. Hijo, es inmortal el que nunca se olvida…

Carta Abierta de Ruy Vega


Hola, mi nombre es Ruy Vega (quizá algún día deba explicar el por qué del nombre). Me pareció más que necesario que esta carta, la que completa dos años de ‘Cartas a ninguna parte’, fuera para vosotros, para aquellos que me leísteis alguna vez, para los que me leísteis casi siempre y para los que me leísteis siempre. Dos años es mucho tiempo, es un momento especial y, por eso, qué mejor que abrir este sobre a vosotros, auténticos receptores de estas cartas.
Cuando hace ya dos años Mar Iglesias se puso en contacto conmigo para proponerme colaborar con ellos, no lo dudé ni un solo instante. Mi única duda era el cómo, no el por qué. Con ella ya había compartido excelentes experiencias en Bierzo 7, donde escribía una sección titulada ‘De Avalon a Bergidum’, y posteriormente participando en ‘Una provincia de cine’, donde Mar y yo hicimos un recorrido por grandísimas obras del cine de aquí, del nuestro, durante todo un verano. Por eso, volver a navegar a su lado en el mar de letras ha sido, de nuevo, un lujo. La idea, idea suya por cierto, era hablar de literatura. Y qué mejor. No hubiera sido capaz de escribir artículos de opinión o de otro tipo, pero quizá sí de literatura.
Le estuve dando vueltas. Me parecía que escribir las habituales reseñas estaba ya más que explotado, así que le di mil vueltas a hacer lo mismo, pero con otro enfoque. Y, no lo sé, quizá, a pesar de escribir ciencia ficción, tenga un lugar poético en lo más profundo. Por eso, lo primero que quise es dotar las reseñas de un estilo especial, más poético, más sincero, más sentimental. Y de entre todas las opciones, elegí la carta que un hijo escribía a un padre que ya no está. ¿Sabéis? Yo perdí a mi padre hace años. Muchos o pocos, dudo en cómo se mide el tiempo en estos casos (y, la verdad, no me importa). De él heredé muchas cosas, pero sobre todo la afición por la lectura y por la escritura. Cuando era pequeño, recuerdo verle escribir en la vieja máquina que todavía mi madre tiene en casa, también a mano con una letra casi ilegible. Y estoy seguro, convencido, que de ahí partió todo. De ahí nació la pasión por devorar textos, por escribir, por volar entre versos. Pero he de deciros que esta historia simplemente coincide con el hijo de ‘Cartas a ninguna parte’, pues barajé otras opciones, como un enamorado que escribe a su amada desde el frente, o un hermano que escribe a otro… Y al final, me decidí por un hijo que escribe a su padre, que ya no está (como podía haber sido a su madre, por cierto). Sin embargo, he de confesar que, si bien las primeras no tenían nada que ver con mi historia real, poco a poco se ha ido entremezclando llegando a ser, hoy en día, tanta realidad como ficción en estas cartas, ya vuestras. Confieso que, la frase con la que acabo muchas de las cartas, ‘no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida’, es algo que en el último adiós quise dejarle a él.

No quiero cerrar estos dos años sin daros las gracias a todos. En primer lugar a Mar Iglesias y a La Nueva Crónica por confiar en un loco soñador de logros imposibles. También a todos los que me leéis, a los mensajes recibidos tanto en público como en persona cuando me veis, a los mensajes privados y públicos que me enviáis por redes sociales, a los que leéis estos textos, porque sin vosotros no tendría sentido una nueva carta. Pero también, y por encima de todo, quería dar las gracias a los autores por permitirme acercarme a ellos. Yo, un lector sin más, tratando con algunos de los grandes talentos de la literatura que nos rodea.

Muchas y sinceras gracias. Gracias Manuel A. Morales, Raquel Villanueva, Elisa Vázquez, Pedro Villanueva, Manuel Cuenya, Noemí Sabugal, Berta Pichel, Luis Artigue, Carlos Solito Trovador, Óliver, Sol Gómez Arteaga, Nicanor García Ortiz, Fernando Tascón, Antonio Merayo, Jose Yebra, Chary Martínez, Profesor 10 de Mates, Loli Prieto, Fermín Rodríguez y a los alumnos de la Antología de Relatos. Esto sigue, no es un adiós, sino un corazón abierto que confiesa el por qué de estas cartas.

Recordad que, al final, no es inmortal el que nunca muere, que inmortal es el que nunca se olvida.
Muchas gracias.
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