A esto sabían los Juegos, Lydia

Oro en Londres, pero con el dopaje privándole de vivirlo, la haltera berciana ha podido disfrutar en Río de mucho más que un bronce

Jorge Alonso
12/08/2016
 Actualizado a 31/08/2019
Lidia Valentín celebra su medalla en los Juegos. | COE
Lidia Valentín celebra su medalla en los Juegos. | COE
El pabellón de Ríocentro 2 vibraba. Cierto es que las gradas presentaban quizás más asientos vacíos que ocupados, pero el público rugía. El protocolo estaba preparado, el pódium relucía en el centro de la tarima en la que hacía escasos minutos se libraba la batalla y la megafonía atronaba primero en inglés y después en portugués:«Medalha de bronze, representando a Espanha, Lydia Valentín». La de Camponaraya daba un paso al frente con una sonrisa entre oreja y oreja y saludaba radiante a una grada entregada a la que es una de las grandes figuras de la halterofilia mundial antes de recibir su preciada presea.

Poco importaba entonces el disgusto inicial que suponía que la plata se hubiera quedado a un solo kilo de distancia o, yendo un poco más allá, que hace cuatro años el dopaje le privara de disfrutar de ese momento en lo más alto del podio por unas rivales tramposas. Nada de eso, en ese momento solo importaba un bronce que le demostraba a Lydia Valentín a lo que sabía de verdad el éxito enunos Juegos Olímpicos.

Más pronto que tarde tendrá en su casa tanto la medalla de oro de Londres como el bronce de Río, pero solo una foto la acompañará, la de este viernes.

Si Lydia era la más efusiva del podio a pesar de ser la que más bajo subió, es porque no era solo una medalla la que había que celebrar, sino dos. Lo había hecho antes abrazando a sus entrenadores en su último intento del concurso, ese en el que levantó 141 kilos en dos tiempos para un total de 257 en el total olímpico que se unieron a los 116 en arrancada. Sabía Lydia que tenía medalla y la ucraniana Irina Dekha lo corroboró en un intento a la desesperada por entrar en el podio. El bronce era suyo.

Faltaban entonces solo dos competidoras por terminar sus competiciones, y una de ellas a un nivel absolutamente inalcanzable por el resto de rivales. La norcoreana Jong Sim Rim demostró estar hoy por hoy en una galaxia distinta al de resto de participantes y se aseguró el oro prácticamente en su primer levantamiento. La guerra era por la plata, la primera de las mortales.

Lydia apostó por el 141 entendiendo que eso podría forzar el fallo de la bielorrusa, pero no fue así. Con ambas igualadas en los 116 kilos de la arrancada que demostraron la enorme igualdad entre ambas, un solo kilo decidiría la competición. Darya Naumava lo intentaba con 142 kilos en un todo o nada por el segundo cajón del podio y no sin muchos esfuerzos lograba hacerse con él.

Pero no importaba, porque lo que la quinta medallista de la historia de León en losJuegos Olímpicos celebraba no era lo logrado en un día, era lo logrado en toda una carrera que con un oro y un bronce se ve completamente recompensada y sirve para agrandar la leyenda de una deportista irrepetible.
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