De banquero en Luxemburgo a hortelano en León

David Marcos es un leonés de 28 años que dejó los despachos para apostar por 'Belancina', un proyecto de horticultura con técnicas manuales y métodos orgánicos

T. Giganto
22/10/2018
 Actualizado a 17/09/2019
David Marcos en el inmenso invernadero que ha instalado en la finca donde lleva a cabo el cultivo orgánico de hortalizas. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
David Marcos en el inmenso invernadero que ha instalado en la finca donde lleva a cabo el cultivo orgánico de hortalizas. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
A orillas del río Esla se ha ido escribiendo una buena parte de la Historia de León y de quienes han encontrado en sus riberas el mejor lugar para vivir. Allá donde el que fue el río Astura cruza la frontera entre León y Zamora, en el término municipal de Villafer, los atardeceres prenden fuego al paisaje hasta que el sol se acaba ocultando del todo por el oeste. Se vea desde donde se vea siempre es un espectáculo pero hay rincones donde ese momento se hace especial. Uno de ellos es la Finca Valdelapuerca y desde hace varios meses, David Marcos procura no perderse ningún día esos instantes. Él escribe ahora su historia también en esta finca donde se gesta un proyecto de horticultura basado en técnicas manuales y procesos orgánicos. «La clave es producir más con menos», explica entusiasmado y convencido de que Belancina, el nombre de la explotación, «es algo más que una filosofía de vida, es un sistema productivo rentable».

Mientras David va dejando atrás los líneos de viñedo que vendimian estos días para su propia producción de vino, comienza a contar cómo surgió el proyecto que hizo que cambiase su trabajo en el departamento de finanzas de una banca privada en Luxemburgo por la horticultura orgánica. Allí estuvo dos años que fueron «más que suficientes» para averiguar que no era lo suyo. Al volver, comenzó a leer. «Leí mucho y leí de todo», incide. Pero entre todo lo leído, hubo libros que marcaron el rumbo de la que es su nueva vida y esos son los relacionados con el ‘lean farm’, un modelo productivo que persigue una producción de alto valor y de bajo coste con la puesta en marcha de fincas sostenibles tanto desde el punto de vista medioambiental como económico. «Esto consiste en trabajar de forma más inteligente», incide David, enemigo absoluto de emplear la azada para los trabajos en la tierra. «Si quieres que este sea un proyecto a largo plazo no puedes machacarte físicamente», explica. Y para conseguirlo se las ha ingeniado para inventar sus propias herramientas o ha adquirido otras que facilitan sus labores diarias como por ejemplo un recolector de brotes de lechuga o un artefacto que le permite sembrar los puerros a 22 centímetros sin tener que agacharse. David Marcos: "La idea es cultivar y que sea el propio productor quien lleve la mercancía al consumidor" «Sembrándolos a esa profundidad salen mucho más largos, y ya lo mejor es el sabor, que saben a tierra, a puerro, a lo que tienen que saber», explica mientras lo demuestra sacando uno de la larga hilera donde los tiene sembrados, cubiertos de paja «para que el suelo guarde más la humedad». Cerca del viñedo está la zona de huerto donde nada más acercarse se pueden contemplar las camas de 20 metros de largo por 0,75 de ancho donde cultiva los productos que distribuye a sus clientes en cestas de alimentos frescos cada jueves. Destacan los brotes de diferentes variedades de lechuga colocados de tal manera que resultan vistosos, por colores. «Me gusta que el huerto también esté bonito», dice David. Pero su debilidad está dentro del inmenso invernadero de policarbonato. Esta instalación, totalmente motorizada, guarda en su interior frondosas matas de tomates de diferentes variedades y todas ellas de gran tamaño. «La clave está en la poda intensiva, en cortar las guías dejando solo la principal y colocarla en vertical para que circule la salvia», explica mientras corta algunos. «¡Mira qué color!», afirma sin quitar la sonrisa de su cara ni un momento cuando enseña cada alimento que produce. «Esto simplemente es el sabor de la tierra», pronuncia posando unos enormes tomates en una caja. Una vez hecha la recolección de los productos de la huerta, David procede a su limpieza para la posterior entrega. Los brotes de lechuga se lavan con una bomba turbosoplante y posteriormente los centrifuga para entregarlos en envases que se suman a otros productos según la temporada y que pueden ser acelgas, berenjenas, cebollas, puerros, brócoli, coliflor, calabacines... pero también diferentes frutas y huevos camperos. La entrega la realiza en vistosas cestas que son el fruto de su trabajo y de las plantas que cuida con tanto mimo, un bodegón fresco y colorido que él mismo se encarga de distribuir. «Esa es la idea, cultivar y que sea el propio productor quien lleve la mercancía al consumidor, sin intermediarios y controlando yo mismo todo el proceso productivo», resume. Su producciones «moderada» ya que David es de la opinión de que «producir más no significa que sea mejor». Confía en que la calidad es un estandarte fundamental de Belancina y está convencido de ello ya que él mismo es un consumidor «exigente» dado que el proyecto también surgió a raíz de cambiar sus hábitos alimenticios incorporando más comida real y productos de confianza. Y eso es lo que ofrece Belancina, sumado a la «eficiencia del trabajo». «Ser horticultor es algo más que cultivar», dice con rotundidad encantado de mostrar las técnicas que emplea. «Quiero demostrar que producir de manera sostenible es posible», dice seguro de sí mismo y de su trabajo. «Aquellos productos que cultivo y que se estropean sirven para dar de comer a las gallinas y después vuelven en modo de abono a la zona de cultivo», explica haciendo referencia a que con todo ello persigue además mejorar la calidad del suelo, un terreno «difícil» en su caso ya que es «muy arcilloso».

Esta es la primera campaña que saca adelante en la Finca Valdelapuerca, en la localidad de Villafer en la frontera entre León y Zamora, aunque la apuesta por este tipo de producción comenzó un año antes en Villarrodrigo de las Regueras, enclave que cambió por este, mucho más amplio y en el que también tienen cabida gallinas de diferentes razas, cabras enanas, caballos, y otros cultivos en extensivo como girasol, beza o trigo, entre otros. Y es que se trata de una inmensa dehesa de 400 hectáreas cuyas majestuosas encinas han puesto el nombre al proyecto, Belancina. Un terreno cargado de historia y vinculado al marquesado de Belvís, que pone nombre a las fincas colindantes. Todo ello se completan con varias construcciones como naves, casas, cuadras, una capilla y una bodega, lo cual le han supuesto un gran esfuerzo y muchas horas de trabajo tras su reciente adquisición aunque nada mina las ganas de seguir creciendo que tiene David Marcos. Desde febrero de este año, apenas ha descansado pero algo indica que las cosas van bien cuando la pasión se instala en las explicaciones acerca de las técnicas y métodos que emplea. Después de hablar de ello durante varias horas, el sol comienza a caer y acude a ver a sus dos mastines que llegaron desde Babia: León y Esla. Junto a ellos se dirige al mirador desde el que se divisa el atardecer: «Esta es la mejor recompensa».
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