Es la principal queja que hoy trasladaban una cuadrilla que desde primera hora recogía la uva de las cepas en una parcela ubicada entre La Seca y Rueda. Lazet es búlgara y se encuentra trabajando en las viñas con su marido Jorge. Ya había vendimiado hace unos años pero hasta ahora trabajaba en una casa limpiando y cuidando niños. “Por el virus, la señora no quiere porque tiene miedo”, lo que le ha llevado nuevamente al campo. Lamenta el uso de la mascarilla aunque reconoce que “no se puede hacer otra cosa” a pesar de que “no se puede respirar” si bien hoy “bien porque no hace mucho calor”.
En esta misma cuadrilla está también Francisco, de origen rumano pero que ya tiene experiencia en este trabajo. Lamenta tener que llevar la mascarilla porque “no puedes respirar o hablar mucho” y este año es “lo peor” aunque acata la ley. “Hay que respetar” a pesar de que considera que no es posible contagiarse en un espacio abierto como en el que se encuentran. “En un bar, diez tíos cerrados sí, pero aquí no lo puedes coger”, algo que ratifica uno de sus compañeros, Mustafá, llegado desde Marruecos.
Es el principal inconveniente que encuentran en la vendimia de este año, aunque también lamentan tener que rodear toda la cepa para la recogida, lo que hasta este año hacían dos personas, cada una por un lineo, pero así se ha determinado para favorecer una mayor distancia entre los miembros de las cuadrillas.
La gran mayoría de estos trabajadores, aunque proceden de países como Marruecos, Rumanía o Bulgaria, residen habitualmente en la zona, y cada día es frecuente ver en los viñedos varios coches aparcados durante el desarrollo de la jornada ya que ahora cada uno viaja en su vehículo. Se trata también de una fotografía diferente a la de otros años, en los que lo habitual es que los vendimiadores quedaran en un lugar para desplazarse a la zona de recogida del día de forma colectiva.
El típico almuerzo de vendimia entre todos los vendimiadores para evadirse durante un rato del duro trabajo también resulta imposible este año. “Daba un poco de vidilla parar todos juntos, pero se ha suspendido” de forma que ahora “van de dos en dos y uno en cada punta para que no haya esa soledad”, asevera a Ical la directora técnica de bodegas José Pariente, Martina Prieto Pariente.
Estos días la bodega de la DO Rueda está inmersa de lleno en la vendimia, tanto la mecánica, que se desarrolla por las noches y que supone alrededor del 65 por ciento del volumen de la bodega, como de la manual, que comenzó hace unos días y que se prevé, si el tiempo lo permite, que se prolongue durante los próximos diez días ya que “va más lenta” y, por lo tanto “ocupa más días”.
Aunque siempre han cuidado mucho las medidas de seguridad, este año ha supuesto “un desafío logístico” tanto en bodega como en el campo, al tener que “pensar y modificar los procesos” para garantizar la seguridad. Así lo asegura Ignacio Prieto Pariente, gerente de la bodega quien explica que no se permite interacción entre las zonas de elaboración y campo y la zona de negocio para así evitar “cualquier tipo de riesgo”, en especial en este periodo de vendimia, que resulta “más crítico” porque “hay que recoger la uva, y la uva no espera”.
Un ambiente diferente
Antes del inicio de la vendimia, la bodega hizo pruebas PCR a todos sus trabajadores “para evitar algún problema” y todos ellos fueron negativos. Para evitar posibles contagios, se hacen dos turnos de trabajo en bodega, de forma que los trabajadores no se relacionan entre ellos “solo en el cambio de turno y con las medidas pertinentes”, además de que en el resto de áreas se dividen las funciones para que no haya acumulación de gente.
Es en el campo donde podía verse más alterada la dinámica de trabajo, no tanto en el caso de la vendimia nocturna como sí en la diurna. Bodegas José Pariente cuenta con una empresa de servicios que se encarga de la contratación del personal aunque desde la bodega se “vigila” el cumplimiento de las normas.
“En general se nota un ambiente muy diferente de vendimia”, explica Martina Prieto porque la necesidad de guardar distancias de seguridad no solo ha supuesto el establecimiento de turnos o que con los transportistas, con quienes ya existe “una relación personal” después de muchos años, haya también mayor distancia. “De aquí no se pasa o tienen que firmar con su boli...” lo que aplicado a la vendimia, donde el número de personas es mayor, requiere de “mucho más control”.
Sobre el terreno, la vendimia manual se desarrolla ahora también de una forma diferente, lo que igualmente trastoca la logística. Hasta ahora se empezaba a vendimiar una parcela y no se abandonaba el trabajo en la zona hasta que se terminaba, mientras que ahora, el personal está dividido en cuadrillas de diez personas que se encuentran repartidos por terrenos. A su vez, se encuentran por parejas y cada uno avanza por un lineo. “Siempre los mismos porque, en el caso de que haya un positivo, solo se descartan dos”, explica Martina Prieto.
“Antes sabíamos en cuánto tiempo se iba a vendimiar” (en función del número de personas en cada parcela) pero este año “en un mismo día llega la uva de muchos sitios a la vez”, lo que complica el proceso. “Nuestra forma de trabajar es separar la uva de todos los viñedos y no juntarla hasta que no han terminado las fermentaciones” por lo que, logísticamente, la situación generada por el COVID supone “abrir siete depósitos pequeños”, algo que requiere “más trabajo para mantener nuestra forma de trabajo estricta en bodega en cuanto a la elaboración, pero sin descuidar ninguna medida sanitaria”.
Martina Prieto Pariente estima que se trata de un incremento de trabajo “en un porcentaje alto” que en los primeros días pasa más desapercibido pero que después de 15 o 20 días “se empieza a notar el cansancio de las medidas sanitarias” aunque “no se puede hacer otra cosa”. La situación este año es la que es, requiere de un mayor esfuerzo pero lo que se espera es que, al final, y como se espera, el esfuerzo vea sus frutos.