Calabazas a la imaginación

Adolfo Pérez comenzó a trabajar con las calabazas cuando era maestro para despertar la creatividad de sus alumnos. Ahora las cultiva, seca y decora con perforaciones geométricas para introducir luz en su interior y convertirlas en todo un misterio. Ya tiene más de un centenar y este fin de semana se podrán ver en Villamejil

Cristina Centeno
11/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Ninguna de las más de cien calabazas que ha decorado de forma geométrica y con cierto parecido a los motivos de decoración árabe que ha hecho Adolfo Pérez es igual.|L.N.C.
Ninguna de las más de cien calabazas que ha decorado de forma geométrica y con cierto parecido a los motivos de decoración árabe que ha hecho Adolfo Pérez es igual.|L.N.C.
Despertar la creatividad de los más pequeños era la gran aspiración de Adolfo Pérez, un maestro que vio en las calabazas el objeto perfecto para compensar a los alumnos que tenían menos recursos para acceder a material escolar. Por ello empezó a trabajar con ellas y también con hojas de árboles en otoño y otros materiales de deshecho, para darles «una segunda vida» en sus clases relacionadas con las áreas de expresión, como Plástica. En el aula les pedía que las pintasen con objetos geométricos como estrellas, círculos, triángulos... Y los resultados comenzaron a ser tan alucinantes que pronto y sin quererlo se fue aficionando a ello. «Me fui haciendo creativo», reconoce, algo de lo que sus propios alumnos tienen culpa porque «he aprendido mucho de ellos», asegura Adolfo.

Pronto trasladó esta afición fuera de las aulas y ahora –ya jubilado– cuenta con una colección de más de un centenar de calabazas convertidas en exclusivas y misteriosas ‘lámparas’. Fuera de clase, empezó utilizando la quirografía para decorar y agujerear las duras cáscaras de las calabazas e introdujo velas en su interior, algo que «quedaba muy bonito» pero que pronto sustituyó por bombillas de LED. Vio que con los agujeros y la luz interior «el misterio está ahí» y fue entonces cuando «me fui por peteneras», admite él, y la colección comenzó a crecer. Desde el huertoEl proceso de creación de las calabazas de Adolfo Pérez empieza en el mismo huerto. «Hay que pensar ya en las semillas», asegura y, además, «las de comer no sirven». En su huerto de Fontoria de Cepeda, localidad en la que pasa los veranos, cultiva las calabazas que después convierte en auténticas piezas de arte. Intenta que salgan rectas y lo más geométricas posibles para poder acompañar a sus decoración, también con motivos geométricos que tienen cierto aire árabe.También reconoce que con el clima leonés –él vive en Legutiano (Vitoria)– «el proceso más angustioso» es cuando llega el momento en el que las calabazas pierden el peso del agua porque «todo eso en una helada se viene abajo». Después de recoger las calabazas del huerto, llega la segunda fase, que se puede alargar incluso hasta dos o tres años en el caso de las más grandes, el secado, en el que tienen que perder todo el agua «a su ritmo» en un sitio ventilado.En el momento en el que «al moverlas las pepitas suenan dentro», Adolfo agujerea la calabaza por la zona en la que se mete la bombilla y luego y con extremo cuidado la vacía para eliminar todas las telillas que quedan en el interior y que dificultarían la salida de la luz. Una vez en ese punto, «imaginación al poder». Con geometría «pura y dura» y movimientos giratorios ha decorado ya más de un centenar de calabazas que este fin de semana se podrán ver en la Casa del Concejo de Villamejil en una exposición auspiciada por la Asociación Cultural Rey Ordoño I, Amigos de la Cepeda. La intención de Adolfo no era la de llegar a exponer sus calabazas, pero pronto empezaron a llamar la atención y hace dos años que las mostró en público por primera vez en Fontoria, donde despertaron gran interés. También han estado expuestas en su localidad de residencia, Legutiano (Álava) y en la ciudad de Vitoria, donde más visitas recibieron. Pérez recuerda que, en ocasiones, las calabazas han sido disputadas por museos y coleccionistas, como la que guarda un pañuelo mojado en la sangre del monarca francés Luis XVI y que aún conserva un particular en Italia, valorada en unos dos millones de euros.Sin tener «sangre de reyes», las calabazas de Adolfo Pérez se han convertido en un objeto de arte con su decoración e iluminación. Más de un centenar de piezas que, en su conjunto, crean un ambiente de cuento y misterio. Cuando habla de ellas recuerda a sus alumnos, de los que «traté de sacar lo mejor y fue mucho lo que aprendí practicando con esa muchachada». La exposición se podrá ver el sábado y el domingo en la Casa del Concejo de Villamejil por las tardesDurante las tardes de este fin de semana, las calabazas de Adolfo Pérez se podrán ver en la Casa Concejo de Villamejil en la exposición titulada ‘Naturaleza y luz’ que cuenta también con la colaboración de la Diputación de León a través del Instituto Leonés de Cultura (ILC).Mientras, en el huerto de Adolfo Pérez, que descubrió la provincia gracias a su mujer, natural de Fontoria de Cepeda, siguen creciendo nuevas y perfectas calabazas que seguirá decorando mientras llama a la gente de su generación a «crear, crear y crear», algo que da «mucha satisfacción».
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