Berta Pichel, maestra de charol

‘Cicatrices de charol’ se convierte en un libro de cabecera imprescindible si amas el Bierzo

Ruy Vega
25/11/2018
 Actualizado a 12/09/2019
Portada de la obra de Raquel Berta Pichel ‘Cicatrices de charol’ en la mesa de lectura de Ruy Vega.
Portada de la obra de Raquel Berta Pichel ‘Cicatrices de charol’ en la mesa de lectura de Ruy Vega.
Papá, hubo un tiempo en el que los hermanos se miraron a los ojos, cerraron los puños, apretaron con fuerza los dientes… y se mataron. «Hermano contra hermano», decía Bunbury, «brothers in arms», decían los Dire Straits.
‘Cicatrices de charol’, de Berta Pichel, es una secuencia única de páginas de elaboración exquisita y de profundidad histórica indudable, además de una perfecta demostración de que el amor puede estar aquí y allí, en cualquier lugar, en cualquier esquina de la vida. Allí donde lo buscamos, pero también allí donde lo evitamos.

He tenido la suerte, enorme, de conocer a su autora. Pasé con ella hablando un tiempo largo, pero podría ser mucho más, y mucho más sería si tú también pudieras haber estado con nosotros. Lamento tanto que ya no pueda ser así… Hablamos de nosotros, hablamos de literatura, de la vida y, por supuesto, de nuestro amado Bierzo. Porque quizá esa sea la primera y maravillosa circunstancia de esta novela. Algo tiene este valle, las montañas que lo abrazan, los ríos serpenteantes que riegan los sueños de cada uno de nosotros, para que todos los escritores que, de una u otra manera, dependemos emocionalmente de él lo tengamos en cuenta en cada una de las páginas que arrojamos al infinito del público. Berta así lo ha dejado plasmado entre las casi cuatrocientas páginas. En cada línea, en cada párrafo, en los preciosos diálogos, en todo ello, papá, se siente el amor por esta tierra, mostrándonos, magistralmente, cómo fueron los años convulsos de una España de los años treinta que reventaba en todos su sentidos.

La historia que nos cuenta, a través de los ojos de Nía, su protagonista, es la historia del Bierzo desde el año treinta y tres hasta el final de la Guerra Civil. Se nota el enorme peso histórico que respira el libro. En cada capítulo nos da una perfecta lección de historia. Lo desconozco, pero sospecho que tanto debió llevar escribirla como documentarse para hacerlo. Partidos políticos, personajes reales e influyentes, comercios, antiguos teatros, el modo de vida, sindicatos, alcaldes y pueblos… todo conforma un conjunto histórico tan real que solo me queda agachar la cabeza y claudicar ante la lección de Berta Pichel sobre cómo escribir historia envuelta en aterciopelada novela. Papá, los que te conocimos y quisimos, sabemos de tu máxima afición por los años ya pasados, y por unos años que, todavía siendo un bebé, te tocaron vivir. Te puedo imaginar leyéndolo, sonriendo tras cada referencia a la realidad, o cuando nos lleva hasta Villafranca, Ponferrada o Cacabelos. Te puedo imaginar hablando conmigo, tomando un café, mientras desentrañamos esta hermosa historia, la de la vida.

Estoy seguro, y no creo que me aleje mucho de la realidad, que la mayoría de los que leen el libro no se han dado cuenta del primer y hermoso detalle del libro de Berta. ¿Sabes por qué? Porque ellos serán miles, y de entre estos, los bercianos seremos un puñado de ellos. Primer capítulo, primera página, primera frase. Sí, la primera. Nada antes. ¿Cómo comienza?, con una fecha, ocho de septiembre de mil novecientos treinta y tres. Ocho de septiembre, sí, día ocho. Fiestas de Ponferrada, día del Bierzo. Cuántas tardes maravillosas, papá, pasamos en este mágico instante, cuántos recuerdos nos unen a los dos… Seguro que a Berta también, y qué mejor que comenzar este sueño que en una fecha tan especial, porque las ramas de este árbol entremezclan historia y amor, pero las raíces reflejan puro Bierzo. Puro y excepcional. Y como muestra, parte de uno de los párrafos: «…te escribo desde Villafranca del Bierzo porque ahora trabajo aquí. Para mí fue muy doloroso separarme de Teresina, pero no me quedó más remedio. La niña estuvo un tiempo en La Portela…».

‘Cicatrices de charol’, más allá de la lección de historia, nos golpea con el amor. Realmente con dos amores. Los dos que tú tuviste, los dos que yo tengo. El amor en sí mismo, ese sentimiento mágico y preciso que nos hace reír y llorar, ser felices o dichosos, vivir o morir. Pero es que Nía, eje de este paseo imprescindible, nos enseña, con mente abierta en una época difícil, un incondicional amor por el arte. El arte por el teatro y la lectura, el arte por todo aquello que muestra al hombre y la mujer como son ante la realidad, seres desnudos en sentimientos y que necesitan contar y mostrar todo aquello que gritan en silencio. Nía ama las letras, y tiene la suerte de poder rodearse, en unos años realmente imprescindibles para nuestra literatura, de personas y personajes que, como aquella señora que le deja utilizar su biblioteca, le permiten dejar volar sus sueños. Qué falta hace gente así en nuestras vidas. Imagino así tu infancia, intentando leer todo aquello que caía en tus manos, en unos años en los que no era fácil hacerse con un libro de… de lo que fuera. Así es Nía, y así nos lo deja claro cuando nos dice que «…caminó a gatas y así, de aquella guisa, pasó revista a los títulos: Rojo y Negro, Orgullo y prejuicio, Cumbres borrascosas, Madame Bovary, Crimen y castigo…».

Papá, solo tendrías que mirar a los ojos a Berta para sentir su amor por el digno sueño de escribir. Tras cada conversación se siente la fuerza de alguien que, como tú y como yo, como tantos otros, ama y amaron leer y escribir. Sentir, volar y soñar, a fin de cuentas. Pero no únicamente eso. Berta, permíteme decírtelo, rebosa talento. Una enorme habilidad para escribir. Sí, así es ella. He acabado de leer su novela y, si tuviera otra entre mis manos, sería la siguiente de esa lista que todos los lectores voraces tenemos, y que nunca llegamos a completar (afortunadamente).

De entre las páginas podríamos extraer un montón de lecciones que son muy válidas hoy en día, a pesar de ser plasmadas en una historia de hace más de ochenta años. Te pongo un ejemplo, sin duda muy acertado: “… muchas veces mantener la fidelidad con los otros se convierte en una traición hacia nosotros mismos…”. Qué gran verdad, ¿no? Por cierto, he sonreído al escribirlo, qué mejor ejemplo.

Papá, ‘Cicatrices de charol’ es una obra imprescindible. Imprescindible si crees en el amor, imprescindible si crees que la vida, aunque te golpee, te mostrará una segunda oportunidad, imprescindible si amas la buena lectura, imprescindible si quieres conocer la historia que vivieron nuestros abuelos, imprescindible si deseas leer una novela técnicamente excepcional, imprescindible si amas, quieres o aprecias el Bierzo.

Un día me dijiste que un buen libro es aquel que, tiempo después, sigues recordándolo dando un paseo, cuando haces deporte o cuando te preguntan por un libro que aconsejes leer. Pues éste es un buen libro. Solo tiene una pega, y no me importa escribirlo. Papá, el problema de ‘Cicatrices de charol’ es que, una vez que lo has acabado, deseas leer de nuevo a la gran Berta Pichel, pero para ello, lamentablemente, nos toca esperar.Durante todas estas cartas te he mostrado enormes libros que te hubieran gustado, obras de excepcionales escritores de las que podríamos haber hablado horas y horas, casi tantas o más de lo que se tarda en leerlas. No sé, pero presiento que en este caso tu deseo hubiera sido especial. Será por la lección de historia, será porque está ambientada en la misma tierra que nos vio a nosotros nacer, será porque habla del amor… Estoy seguro que de entre todos, sería uno de los más especiales.

Acabo ya esta carta con una de las lecciones que nos muestra, cual sabio maestro, esta novela y que sería muy válida para ti y para mí. Papá, pase lo que pase, el amor, al final, llega a nuestras vidas.
Lo más leído