Barrio de Santa Marina vs pequeña Florencia

El historiador del arte José Mª Fernández Chimeno hace un recorrido por el rico conjunto escultórico del popular barrio de la capital leonesa

José María Fernández Chimeno
20/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Estatua pétrea de Don Pelayo (preside la entrada a la ciudad por el Arco de la Cárcel).
Estatua pétrea de Don Pelayo (preside la entrada a la ciudad por el Arco de la Cárcel).
Comenzaré por afirmar que pocos barrios de la ciudad de León, por no decir ninguno, atesoran tal cantidad de estatuas, bustos y monumentos, de tan diversos estilos y autorías, como el de Santa Marina la Real. Quien haya tenido la oportunidad de pasear por la Plaza de la Señoría de Florencia, a buen seguro que sabrá valorar esta maravillosa peculiaridad. Es por tal motivo que considero un deber inexcusable, recordar con un sencillo pero emotivo homenaje y poner en valor en este artículo (resumen del pregón que inaugura las Fiestas 2019) a esta «pequeña Florencia». La lógica de este recorrido artístico pide empezar por situarse a unos pasos fuera de la muralla, en su lienzo norte. Desde allí puedo contemplar la famosa estatua de Don Pelayo que preside la entrada a la ciudad por el Arco de la Cárcel, con la espada en alto.

Con su porte solemne y marcial, como corresponde a rey que comenzó la Reconquista (figura insigne que tiene por costumbre ser «enramada» con el comienzo de las Fiestas del Barrio de Santa Marina), me da la bienvenida y permite el paso, como si fuera el dios Jano de la mitología romana. Esta divinidad tiene dos caras, pero siempre aprecio en el rey asturiano su rostro amable; aquel que anuncia la presencia de un mundo sorprendente a sus espaldas. Ciertamente, intramuros, las esculturas de Eduardo Arroyo resultan impactantes a primera vista, aunque, después de tantos años, los vecinos del barrio han aceptado su presencia como parte del paisaje urbano, y les hace mucha gracia ver las caras de sorpresa de los turistas que visitan esta parte de Casco Antiguo. Si el Arte del siglo XX fue por naturaleza provocador –como el de Andy Warhol y Eduardo Chillida–, sin duda que el de Arroyo lo consigue con creces.

Más acorde con el entorno histórico, descubro en la plaza de Santo Martino la reciente estatua del rey Alfonso IX (quien promulgó Los Decreta de 1188). Es un claro ejemplo de lo que en el siglo XIX se llamó escultura conmemorativa (la primera fue la estatua de Guzmán El Bueno); y no estaría de más que en la cercana plaza del Espolón luciera con esplendoroso porte la figura del Emperador Alfonso VII (en esta ocasión subido a caballo); una estatua ecuestre que reclamo al Ayto. de León pase a formar parte, más pronto que tarde, de nuestra «pequeña Florencia»; colocada sobre un pedestal a semejanza de la estatua de Cosme I en la plaza de la Signoría. A este elenco de reyes leoneses se agrega otro monarca de igual estatura histórica, el rey Alfonso V (al refrendar el Fuero de León de 1017); quién, si bien en este barrio no tiene una estatua que recuerde sus gestas, un año más, tal día como el de hoy sábado y, gracias a la Recreación Teatralizada de su Coronación, renace cual escultura efímera o estrella errante en el firmamento para emocionar nuestros corazones, aunque solo sea por unas horas; igual a como lo hace la malograda autora de los trajes medievales que lucirán los actores-figurantes, cada vez que visten sus diseños en el Memorial que lleva su nombre: «Memorial de Mariluz Santos».Otras muchas esculturas que perduran en el tiempo, desafiando temperaturas extremas, decoran las plazas y calles de esta «pequeña Florencia». En la plaza de San Isidoro, el Monolito pétreo que conmemora el 1.100 Aniversario de la ciudad de León (inaugurado el año 2011) es un regalo de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, y en su proceso de creación han participado los escultores Juan Carlos Uriarte y Juan Antonio Cuenca; el busto en bronce del canónigo y fundador de la Coral Isidoriana de León, Felipe Magdaleno (del año 1993); la escultura en bronce que recrea la ceremonia de Las Cabezadas (obra de 1999); y la Columna que conmemora el asentamiento de la Legión VII (elevada en 1968).Toca salir fuera de los límites de la muralla romana para admirar un conjunto escultórico, que si bien en un principio fue colocado ante la fachada principal de la Basílica de San Isidoro, las fuertes críticas que provocó hicieron que hoy figure en la plazoleta sita frente la Torre del Gallo. El monumento conmemorativo realizado por la escultora María Salud Parada representa a la domina del Infantado Doña Sancha (esposa de Fernando I) y sus hijas las infantas Urraca y Elvira (muertas ambas en 1101). Un homenaje a las Infantas de León que más contribuyeron a engrandecer el primero de los templos del Románico y cuyos restos reposan en el Panteón Real.Siguiendo la ruta imaginaria, por la calle del Cid, me encuentro frente a la obra de Amancio González, el autor de la escultura en bronce titulada Figura sentada con pájaro muerto (en el año 1998) nos ofrece una imagen bucólica, que se integra perfectamente en el Barrio Romántico; a su lado, dentro del parque del Cid, la conducción romana de aguas y el busto en bronce sobre piedra que la Ciudad de León dedicó al insigne músico Ángel Barja; y algo más alejado, frente a la casa Botines, el monumento dedicado al inmortal nicaragüense Rubén Darío.

Desde aquí retornaré al mismo corazón del barrio de Santa Marina, buscando en la plaza de Torres de Omaña la escultura Arco Viajero (inaugurada en el año 1992), obra de la artista holandesa Corinne van Bergen, y al igual que las de Arroyo, pienso, tendrían un mejor encaje en el Museo de Arte Contemporáneo de CYL (MUSAC). Para finalizar este corto pero intenso recorrido por la «pequeña Florencia», debo acercarme a la plaza de Regla, frente a la Catedral de Santa María de León, allí se halla otra escultura de Juan Carlos Uriarte que rinde Homenaje a los constructores de la Pulchra Leonina (creada en 1997); y evitando abrumar al lector con más datos históricos y artísticos, acabaré mi «particular ruta» frente a la iglesia parroquial de Santa Marina La Real, bajo la advocación del arcángel San Miguel, quien custodia con espada en alto –al igual que Don Pelayo–, la entrada principal del que fuera Colegio de los Jesuitas desde el siglo XVI. En total suman quince expresiones del mejor arte, entre esculturas, bustos, monolito, columna y monumentos, aquellos que adornan las plazas del barrio más artístico de la ciudad de León.
Archivado en
Lo más leído