Tres décadas cuidando de Valderas

Don Agustín, como todos le conocen, ha hecho su última guardia como médico de atención primaria. Treinta años que acaban con la satisfacción de sentirse querido

Teresa Giganto
04/09/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Agustín vivió en Valderas 12 de los 30 años que ha trabajado allí. T.G.
Agustín vivió en Valderas 12 de los 30 años que ha trabajado allí. T.G.
Agustín salió el pasado miércoles de su casa de León para dirigirse a trabajar a Valderas. Previsiblemente se trataba de un día más. Pasar consulta, hacer la guardia que le tocaba, charlar con los vecinos que ya le acogieron hace treinta años, calmar algún achaque... Nada fuera de la rutina que ha marcado estas tres últimas décadas. Pero en la práctica iba a ser un día especial, repleto de despedidas y de momentos emotivos que pondrían fin a su vida laboral después de haberla dedicado a cuidar de los valderenses. De ellos ha sido médico de atención primaria "pero también confesor y amigo", reconoce a pocas hora de firmar su cese como médico de atención primaria para emprender su nueva vida como jubilado. "Yo he cuidado de los vecinos de Valderas pero ellos también han cuidado a mí", dice esbozando una tímida sonrisa de gratitud hacia quienes han compartido estos años con él.

Agustín Quintanilla, natural de Matalobos del Páramo, llegó a Valderas el 6 de noviembre de 1987. Unos meses antes acudió para conocer la localidad coincidiendo con las fiestas y ferias de la misma. Llegó para estar durante un periodo de dos años tras haber trabajado en Puente de Domingo Flórez, en Astorga, La Bañeza o Ponferrada. "Llegué provisionalmente pero me enganchó la población, me integré muy bien y aquí viví doce años», cuenta. En esos años nació su hija, «que se siente de Valderas", y después acabó viviendo en León. Pero Agustín es de pueblo, nacido en el medio rural y convencido de haber querido desarrollar en él su vida laboral. "Aquí hay trato directo con la gente y eso es muy gratificante. Conlleva que te involucras más con sus historias, que confían mucho en ti y eso es mayor responsabilidad pero la gente siempre me ha respetado mucho", explica quien a todo el pueblo se refiere como Don Agustín.

"Lo mejor de Valderas son muchas cosas. La más importante sus vecinos que son generosos, siempre me facilitaron la integración y me han considerado uno más de ello, eso sí, siempre cada uno en su sitio", reconoce a pocas horas de cerrar la puerta en la que ha pasado consulta consciente de que "ahora ya tengo más pasado que presente y comienza una nueva etapa en mi vida". "Me da un poco de cosa", dice tras atender a una paciente que llega al poco de haber comenzado su última guardia como médico. Llega con un dolor muy diferente al que ha ido otras veces hasta su consulta pues llega con el que producen las despedidas. "No nos olvide y vuelva a vernos", le dice. Y Agustín se sienta de nuevo en la mesa donde los valderenses le han contado tanto y prosigue con la conversación no sin cierta emoción.

"La sanidad en el medio rural ha cambiado mucho", recuerda haciendo memoria de sus primeros años en la localidad. "Piensa que entonces el médico tenía que comprar su propio instrumental, que yo ni siquiera tenía enfermera y lo mismo tocaba diagnosticar una neumonía que pinchar un inyectable", relata sobre aquel Insalud que dista mucho del actual sistema sanitario. Pero este no es tampoco ninguna panacea. "Hay muchas necesidades, se precisa de más personal para atender a una población cada vez más envejecida y también hace falta educar a la población para que se adapte a los recursos que tenemos", reconoce.

Pero ahora toca otra etapa alejada de la sanidad y la cual Agustín tiene pensado dar cuatro enfoques: el intelectual, para aprender aquello que hasta ahora no ha podido; deportivo, para practicar lo que los horarios no le han permitido; lúdico, para recuperar los ratos que no ha pasado con los amigos; y afectivo, para disfrutar de su familia y de sus nietos. Se va después de llevar mucho tiempo mentalizándose de que el miércoles sería su último día de vida laboral para enfrentarlo como que fuese uno más. "Llegar al final de la carrera laboral con la gente emocionada y agradecida es ya un pago tremendo y con eso es suficiente", dice. "Me queda más pasado que futuro", repite Agustín, quien se va con la sensación del deber cumplido y la satisfacción de sentirse querido. Hoy no acudirá a su consulta de Valderas para atender la salud de quienes hasta ahora han sido sus vecinos pero seguro que Valderas sí pasará por él. Hoy, el primer día del futuro que le queda a Agustín.
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