Peñalba de Santiago

"Un enclave perfecto para retirarse a meditar como ya quisieran los eremitas San Genadio, San Fructuoso y San Valerio en aquella Tebaida legendaria"

Manuel Cuenya
23/01/2016
 Actualizado a 12/09/2019
Detalle de casa en Peñalba de Santiago. | Manuel Cuenya
Detalle de casa en Peñalba de Santiago. | Manuel Cuenya
Estamos de enhorabuena en el Bierzo con el reconocimiento de Peñalba de Santiago como uno de los pueblos más bonitos de España, lo cual, como berciano (que no bercianista ni ombliguista), me enorgullece y me hace sentir como gato con botas de estreno. De este modo,el bello pueblo de Peñalba (habría que definir, en todo caso, que se entiende por belleza desde el punto de vista de la estética) se suma a otras poblaciones como Urueña (un auténtico museo al aire libre, con un gran atractivo cultural), Mojácar (con su blancura deslumbrante y piramidal), Ciudad Rodrigo (con sus edificios dorados y su pintoresco museo del orinal), La Alberca (con la moza de ánimas, provista de un cencerro, paseándose por sus calles) o Santillana del Mar (que, al decir de la voz popular, no es santa ni llana, ni tiene mar, aunque lucen espléndidas sus calles empedradas y sus casas blasonadas), entre otros muchos pueblos singulares de la geografía española.

Aunque no nos lo parezca (al menos a los bercianitos y bercianitas de a pie) el Bierzo es un gran desconocido fuera de la provincia (y aun dentro de la misma, lo que tiene tela el asunto), como lo es la ciudad de León, otra bella perla, que atesora monumentalidad, historia y gastronomía, aparte de gente a la que le gusta componer con la palabra, ya sea en verso o en prosa, incluso en esa fusión conocida como prosa poética. Es probable que Peñalba de Santiago esté construida sobre esta suerte de lenguaje lírico, que procura, por lo demás, buenas vibraciones. Un enclave perfecto, pues ahí termina la carretera, para retirarse a meditar, como ya quisieran los eremitas San Genadio, San Fructuoso y San Valerio en aquella Tebaida legendaria, que algún día será Patrimonio de la Humanidad, y que por ahora despierta nuestra curiosidad y nos invita a volar con la imaginación cual si fuéramos, nomás ni menos, seres espirituales en busca del elixir de la salud y los efluvios sacrosantos de una belleza comestible. En medio del Valle del Silencio, en un entorno frondoso, como un oasis salpicado de cascadas, La Peña Alba de Santiago nos cautiva con su rostro sereno, con su pasado mozárabe y sus corredores de madera, con su tiempo envuelto en piedra y pizarra, con sus aires serranos y su verdor arriscado.
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