Las más de 3.000 cepas de uva chardonnay y otras tantas de godello que presiden la entrada al Palacio de Canedo, el histórico edificio del siglo XVIII donde cobra vida, son la materia prima del pionero de los vinos espumosos bercianos elaborados con el método tradicional champenoise, es decir, con una segunda fermentación en botella. Redoblando su apuesta por la originalidad, la bodega lanzó al mercado hace diez años una variedad rosada elaborada a partir de las uvas autóctonas godello y mencía, y este año, coincidiendo con sus bodas de plata, la producción superará la barrera de las 30.000 botellas que llegarán a ciudades de todo el mundo como Nueva York, Amsterdam o Zurich.


Trallero matiza que “teníamos claro desde el principio que en la etiqueta, legalmente hablando, teníamos que catalogar el producto como vino espumoso de calidad” pero reconoce que acogió con una carcajada el nuevo nombre del producto. “Le hacía bromas diciendo que a lo mejor tenía problemas con los franceses y él me decía que qué más querría y que imaginase el prestigio que eso nos daría”, recuerda entre risas.
Nueva apuesta por las variedades locales
En las más de 32 hectáreas de viñedo que posee actualmente el Palacio de Canedo crecen los racimos que, tras un cultivo estrictamente ecológico y una vendimia realizada a mano, se usan para producir las variedades del Xamprada. Ferreira especifica que la vendimia debe realizarse antes de que se complete la madurez de la uva para que el vino base no supere la graduación máxima de 11,5 grados.
El blanco,”un brut con sólo cinco gramos de azúcar”, puntuliza Ferreira, destaca por su frutosidad y elegancia. Se produce a partir de uvas de las variedades chardonnay y godello de las privilegiadas viñas situadas a la entrada de la bodega, que luego se benefician de unas largas rimas en botella que suelen situarse en el entorno del año y medio.
El espumoso rosado, la apuesta más reciente de la bodega en el mundo de los vinos de aguja, se produce a partir de las variedades godello y mencía, ambas autóctonas del Bierzo para aportar “acidez y frescura”. “Se presenta también en la variedad semi-seco, que lo convierte en una golosina, un vino de aperitivo más divertido”, explica el enólogo del Palacio, que ya se encargó de capitanear esta nueva apuesta.

“Son variedades con mucho sabor y funcionan muy bien”, resume Prada, que recuerda que la variedad rosada obtuvo el Zarcillo de Plata en la edición del año pasado de los premios vinícolas organizados por la Junta. Por su parte, el blanco se llevó el año pasado la medalla de oro de la Feria de Vinos del Mediterráneo, que se suma a la obtenida en los premios Cinve 2008.
Con el paso de los años, otras bodegas de la Denominación de Origen Bierzo siguieron el camino marcado por el Xamprada y se lanzaron a la elaboración de sus propios espumosos. Es el caso del Don Perejón, elaborado por la Cooperativa Vinos del Bierzo de Cacabelos, el Fructus, de bodegas Godelia, o el Ardayel de la Cooperativa Viñas del Bierzo de Camponaraya. “Supone una reafirmación de mi estilo”, asegura Prada, que confiesa que nunca pensó en la comarca como mercado. “Yo pienso en la gente de fuera. Si tienes una cosa buena, también la haces para los de cerca, pero sobre todo para que cuando venga alguien de fuera pueda llevarse algo de tu región y lo pueda disfrutar. Además, al dejar aquí su dinero, mejora nuestro entorno”, asegura.
Maceración carbónica 'a la berciana'
El experimento del vino espumoso no fue el único para el que Prada contó con la ayuda de Trallero. El enólogo catalán también participó ese mismo año en la creación del primer vino de maceración carbónica elaborado en el Bierzo y recuerda con orgullo la sorpresa que se llevó al probar el producto. “Nos salió muy bien a la primera”, asegura Trallero. “La técnica de elaboración de este vino tinto joven la pusieron de moda los Beaujolais franceses aunque en la Rioja alavesa ya se elaboraba de manera tradicional”, recuerda el enólogo, que explica que los vinos de maceración carbónica se someten, antes del prensado de la uva, a una primera fermentación en un ambiente que se llena de dióxido de carbono para pasar, después del prensado, a una elaboración más tradicional.
El resultado es un vino tinto joven que se presenta sólo un mes después de la vendimia y que conserva los olores afrutados que Prada asocia a su infancia. “Me huele a cuando mi padre hacía vino con el sangrado de las cubas y toda la bodega se inundaba de ese olor”, recuerda. La nueva añada del vino joven, con una producción que se situará en el entorno de las 20.000 botellas, se presentará en una fiesta que tendrá lugar el segundo sábado de noviembre.
Con la sencillez de la que siempre ha hecho bandera, el empresario carga contra el “elitismo” que rodea al mundo de la enología. “El vino se ha convertido en un mundo muy sofisticado, un tío que tiene bodegas parece que haya inventado el mundo. Yo no inventé nada, no es que sepa más que nadie, es que me acuerdo de que, cuando yo era un chaval, el vino que se tomaba era clarete”, explica.