Lahcen ‘versus’ precariedad

Vino a España a hacer dinero para sacar adelante su proyecto, 5 años después se rebela por los abusos sufridos como trabajador

I. Herrera
08/12/2015
 Actualizado a 02/09/2019
Cansado de sufrir los abusos laborales, este marroquí daba el paso de denunciarlo a los tribunales y la opinión pública. :: mauricio peña
Cansado de sufrir los abusos laborales, este marroquí daba el paso de denunciarlo a los tribunales y la opinión pública. :: mauricio peña
Lahcen Soukhmane es marroquí. Cursó dos años de Física y Química en la Universidad de Marraketch, hasta que se acabó el dinero, porque allí estudia el que tiene posibles, explica, y no era su caso. Así que se fue a trabajar a Tánger, pero como lo que él quería era poder seguir estudiando y aplicar sus grandes capacidades en robótica decidió venir a España. Según cuenta, durante un tiempo, los compatriotas que habían venido aquí regresaban luego a su tierra con coche, casa... vamos, habían hecho algo de dinero. A eso vino él a León, pasando antes por Palencia, Valladolid y Zamora.

Pero las cosas no fueron como él se había imaginado. Llegó hace cinco años, con la crisis ya bien metida en faena, y ha estado trabajando en una ganadería tras otra, pero siempre en situaciones similares, por poner un ejemplo de las condiciones expone las de su último empleo en una explotación de la comarca de Valencia de Don Juan –prefiere ahorrarse los detalles de cuál–. En los casi siete meses que estuvo allí no tuvo ni un solo día de descanso (ninguno), trabajaba una media de doce horas diarias (nueve los días que menos) y cobraba 980 euros según su nómina aunque a sus manos no llegaban más que 600. Cantidad que le abonaban, explica, tarde y mal.

Trabajaba una media de doce horas diarias (nueve los días que menos) y cobraba 980 euros según su nómina aunque a sus manos no llegaban más que 600 Y ya se ha cansado. Lahcen ha dicho ‘¡basta!’. Por lo pronto, se decidió a llevar su situación laboral ante los tribunales, y éstos han fallado a su favor y ahora espera para ser indemnizado. La cuantía no es grande, pero grano a grano se hace montaña, y el proyecto que él tiene en la cabeza requiere de cierta financiación. Prefiere no ahondar en los pormenores no vaya a ser que le copien, pero se trata de un juego de mecánica artificial, mediante robots en 3D, que está perfeccionando. Hasta aquí puede leer. Bueno, una pista, el leitmotiv es muy castizo.

En definitiva, que para poder dar un empujón a su proyecto y convertirlo en realidad –ya tiene pensado incluso con quién quiere negociar la instalación de este juego tan vanguardista–, invierte buena parte de su tiempo en la biblioteca pública imbuido en temas de mecánica y robótica, llenando su cabeza de conocimientos que expresa a gran velocidad y en un castellano poco depurado. Se entusiasma cuando habla de todos esos asuntos tan complejos para los ciudadanos de a pie, pero es difícil seguirle el ritmo.


Emprendedor en busca de apoyos


Eso sí, el entusiasmo se esfuma cuando piensa que en estos cinco años de esfuerzo, de trabajo, de voluntad, no han dado los frutos que él había estimado, ni por asomo. Guarda estos ‘inventos’ en el garaje de una señora muy amable a la que conoció en uno de los pueblos leoneses donde ha estado trabajando (en su coche poco más entra que el ordenador y la montaña de papeles con fórmulas, dibujos y notas que pasea bajo el brazo). Y ahora está tratando de conseguir, a través de las instituciones, que le cedan un local donde poder seguir desarrollando su proyecto. Por el momento no ha tenido respuesta.

Se queja por las condiciones laborales que se dan en las ganaderías, que es lo que él conoce, algo que trató de exponer ante el juez que vio su caso, "no ya por mí, sino por todas las personas que viven lo que he vivido yo", pero "no tuve la opción", se ha encontrado –quizá por su condición de inmigrante–, con que le cierran muchas puertas y, sobre todo, le privan de hablar, pero "puedo escribir", por eso ha plasmado sobre el folio su historia –ayudado por un amigo que ha hilvanado las ideas que él esbozó con su particular castellano–. Empieza así: "He decidido informarles sobre graves abusos laborales que tienen lugar en determinadas empresas del sector ganadero de Castilla y León, de lo cual he sido también víctima directa. Habiendo sufrido las irregularidades durante aproximadamente tres años, circunstancias que, al igual que el resto de mis compañeros me negaba a rechazar o denunciar por temor al desempleo o represalias, he decidido exponerlas públicamente".

Tras exponer sus condiciones, indica: "Habiendo soportado este tipo de explotación y fraude durante años, en un momento aposté por la dignidad, tratando de pactar mejores condiciones con mi último jefe. No obtuve resultados. Arriesgándome a perder mi empleo procedí a denunciarlo ante la Magistratura del Trabajo. Acto seguido me negé a firmar el recibo del pago por ser siempre mayor a lo entregado, tras lo cual fui despedido sin ningún tipo de indemnización y con un retraso en el pago que ascendía a cuatro meses».

No solo cumplo con mi deber como persona, sino además, dentro de mis posibilidades, contribuyo humildemente con las instituciones del país que me acogió y me respetó Y concluye: "Mediante la presente creo que no solo cumplo con mi deber persona, sino además, dentro de mis posibilidades, contribuyo humildemente con las instituciones del país que me acogió y me respetó. De igual forma mi acto da algo de sentido a años de verdadero padecimiento".

Esta es la historia de Lahcen y su lucha contra los abusos laborales. Ojalá pronto podamos jugar a su juego.
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