Al respecto, la coordinadora del BIE por parte de la Universidad de León (ULE), Carmen Acedo, valora el grado de compromiso de los alumnos con “un tema de mucho interés en la comarca como los incendios”. “Cualquier pequeño resultado es suficientemente interesante”, resalta Acedo, que explica que estos proyectos de investigación son “pequeños trabajos de estudiantes que empiezan a tomar contacto con la ciencia”.
Por parte del instituto, la encargada de coordinar los distintos proyectos es la profesora Graciela González, que valora la “curiosidad” de los alumnos por estudiar los efectos de un fuego que arrasó más de 1.300 hectáreas de terreno. “Demuestra que los chicos tienen interés por el entorno en el que viven y por aportar su pequeño granito de arena para conocer si se pueden tratar los problemas que surgen aquí desde un punto de vista científico”, asegura González, que recuerda que se trata de “proyectos de valoración que no aportan soluciones concretas pero que pueden servir de base para proyectos de investigadores o de profesores de universidad”.
Carga lectiva extra
En los estudios del BIE en Ponferrada están implicados tres departamentos de la Universidad y un total de15 profesores que pertenecen a cinco áreas de conocimiento. Por parte del instituto, cada proyecto también cuenta con un tutor, que se encarga de canalizar el trabajo semanal del alumno junto al tutor universitario. El Gil y Carrasco es el único instituto en la comarca del Bierzo que ofrece a sus alumnos la posibilidad de inscribirse en esta modalidad de Bachillerato que supone para los estudiantes una asignatura extra en primero y otra en segundo, además de las que forman parte del calendario lectivo normal. “Tienen una carga lectiva de dos horas más a la semana”, explica Acedo.
Además, al estar limitado a un máximo de 20 plazas por año, se ha de llevar a cabo una selección entre las solicitudes presentadas en base al expediente académico. El primer requisito es haber tenido una media superior a siete a lo largo de la ESO. Después, los alumnos se someten a una entrevista antes del periodo de matrícula, en la que se les pregunta por sus inquietudes e intereses y se les pide que propongan ideas para los proyectos. Esas ideas se trasladan después a los profesores de la Universidad, que orientan a los alumnos sobre su proyecto o les presentan otras propuestas alternativas para la investigación.
Una vez seleccionados, los alumnos cursan en primer curso la materia de Iniciación a la investigación, en la que “se les enseñan nociones básicas sobre las distintas disciplinas y se les dota de herramientas para abordar trabajos de investigación, como los muestreos, el procesado de datos o el análisis estadístico”, explica la coordinadora del BIE en la ULE. Ya en el segundo curso, dedicado enteramente al proyecto de investigación, “las actividades empiezan en el mes de octubre, con una salida conjunta con profesores para tomar muestras”, añade.
Tras analizar los resultados y extraer sus conclusiones, los alumnos se someten a la defensa de sus proyectos, “una evaluación en toda regla”, como recuerda Acedo, que remarca que esas defensas son “la prueba final de la asignatura de segundo curso que se llama Proyecto de investigación”. Por su parte y pese a que las notas finales de la asignatura no se conocerán hasta mayo, la encargada de los estudios en el instituto calificó los proyectos de “muy interesantes” y las exposiciones de los estudiantes de “brillantes”.
En ese sentido, uno de los principales objetivos de estos estudios es ofrecer a los alumnos “otra visión de las materias que tienen que estudiar en el instituto”, explica Acedo, que destaca el peso específico de la parte práctica en los estudios del BIE como “una interesante toma de contacto con las actividades universitarias”. “Este trabajo requiere usar el método científico, frente a los trabajos bibliográficos a los que están más acostumbrados”, resume la profesora universitaria que adelanta que “a partir de ahora va a haber premios a los mejores de cada promoción, lo que supondrá un nuevo incentivo”.
Además, el contacto temprano con la institución universitaria y su manera de trabajar puede representar una ventaja para el alumno, aunque Acedo lamenta que algunos de los bachilleres graduados en las anteriores promociones hayan tenido que cursar sus estudios lejos del Campus de Ponferrada. “Si a mí me llega un estudiante que ya ha hecho sus pinitos conmigo, ése es un conocimiento que repercute positivamente en su dinámica en la universidad”, valora.
Estudiando el incendio
Entre los cinco proyectos relacionados con el incendio de la Tebaida, uno de los más interesantes consistió en la evaluación de la regeneración que se produjo en la zona quemada a los seis meses del incendio. Para ello, se capturaron imágenes de muy alta resolución gracias al uso de drones y se compararon con fotografías de las que ya se disponía previamente, una de antes del incendio y otra del mes de mayo del año pasado, pocos días después de que pasara el fuego. “En el área estudiada el roble se está regenerando muy favorablemente”, explicó González, que recordó que este árbol es “una especie que rebrota muy bien”. En la misma línea, otro proyecto trabajó con imágenes de satélite para comparar las imágenes de la zona antes y después del incendio e identificar y estimar la superficie, desde el espacio, del área quemada.
Otro de los proyectos analizó la respuesta de diferentes especies de planta en cuanto a la germinación de semillas tras someterse a las elevadas temperaturas que se producen durante el paso del fuego. “La única especie de las estudiadas que se veía favorecida por el fuego fue la jara. No fue así en el caso del pino ni del brezo”, explica la coordinadora del BIE en el Gil y Carrasco. Por su parte, una cuarta pareja de alumnos midió la hidrofobicidad del terreno afectado tras el incendio y llegó a la conclusión de que “el suelo quemado repele el agua y cuando llueve mucho no se filtra, sino que arrastra la capa superficial del suelo, aumentando la erosión, especialmente en un área con pendientes tan elevadas como la Tebaida”, explicó la tutora.
El último grupo de alumnos estudió el efecto de las cenizas sobre la germinación y crecimiento de una especie herbácea y de un árbol, con el objetivo de determinar, “en condiciones de laboratorio” recordó González, si las cenizas aportan nutrientes que favorezcan el crecimiento de las semillas o si, por el contrario, lo perjudican. “La herbácea que se estudió crecía peor cuando hay cenizas y el pino aparentemente germina antes, pero después no le beneficia al crecimiento”, explica la profesora de instituto, que recuerda que el aprovechamiento de terrenos quemados para pastos es una de las razones con las que se suele explicar el origen de algunos incendios.
Además de estos cinco trabajos, Acedo avanza que, de cara a la siguiente promoción, los organizadores del BIE preparan un proyecto para estudiar cómo el fuego afectó a la micorrización, es decir, a la relación entre plantas y hongos. El objetivo es conocer si el incendio perjudicó a los hongos beneficiosos que ayudan a las plantas a mejorar su nutrición, a través del estudio de las raíces de plantas herbáceas y de pequeños arbustos. “Es una de las disciplinas que enseñamos a estudiantes del grado Forestal y del Medio Natural, pero se necesita tiempo para estudiarla, no puede ser tan inmediato después del fuego”, explica.
El estudio de las plantas que crecen en los muros del casco histórico de Ponferrada y la incidencia del insecto conocido como tigre del plátano en los árboles de sombra de la capital berciana fueron otros dos de los proyectos que formaron parte de esta tercera promoción del BIE. Los trabajos se completaron con dos proyectos del departamento de física y química aplicadas, en los que los estudiantes trataron de diseñar un nuevo sistema de medición de la erosión por salpicadura, por un lado, y estudiaron el movimiento armónico amortiguado utilizando diferentes muelles y analizando cómo influye la naturaleza del muelle en la amortiguación de la onda.