Fernando Palacio Fernández, premio a la Labor Voluntaria

El Ayuntamiento de León hará entrega este martes de estos reconocimientos al trabajo sin interés alguno

04/12/2023
 Actualizado a 04/12/2023
Fernando Palacio Fernández, premio a la Labor Voluntaria. | L.N.C.
Fernando Palacio Fernández, premio a la Labor Voluntaria. | L.N.C.

Social es –según la RAE en su segunda acepción– «que repercute beneficiosamente en toda la sociedad o en algún grupo social». La Constitución dice, en su artículo 1. 1 dice: «España se constituye en un Estado social y democrático de derecho…». Pues bien, no solo los doctos en la materia, sino todos aquellos que sin saber opinamos sobre la misma, ahora que salen intérpretes de la Constitución hasta debajo de las piedras, suelen mencionar solo el Estado democrático de derecho, obviando o más bien olvidando el término social pilar fundamental para la convivencia. Hablemos pues del voluntariado social, un concepto pleno y rotundo.

En las sociedades primitivas el «trabajo voluntario» recaía en la responsabilidad familiar, clan o la tribu. Sin embargo, en la antigua Atenas era el Estado el que se encargaba de proporcionar ayuda a los enfermos, inválidos, viudas y huérfanos.

El voluntariado se remonta a principios del siglo XX, y estaba plenamente incardinado de diferentes formas, modos y maneras en la Iglesia católica de la que dependía. Pero evolucionó, ya que en los años 60 había instituciones privadas, sin ánimo de lucro y de alguna forma laicas, que reivindicaban los derechos sociales. Ya en los 80, con el inicio del llamado «Estado del Bienestar», comienza un grupo de trabajo denominado «Voluntariado en la Acción social», en el que participa la Administración, así como distintas organizaciones voluntarias, mientras que en los 90 ya tienen visibilidad pública las ONG.

Pero vayamos a lo importante. Mañana será una fecha que Fernando Palacio Fernández no olvidará fácilmente, ya que el Ayuntamiento de León le ha concedido y le hará entrega del honrosísimo reconocimiento a la Labor Voluntaria.
Fernando Palacio Fernández nace en las Ventas de Nava, en León, al final de la larguísima calle de Mariano Andrés, que comenzaba en lo que fue la Normal de Magisterio, o la Cruz Roja y acababa en el término municipal de Villaquilambre. Y lo hacía un 15 de febrero de 1952, siglo pasado. Estamos pues ante un chavalote de setenta y un años, que pasea desinhibido y orgulloso por su barrio, San Mamés, cual monje cisterciense ensimismado por la grandiosidad del cenobio.

A muy temprana edad, ayuda a sus padres en la tienda de ultramarinos que poseen en los bajos de su propia vivienda. Tienda que, años más tarde, él mismo regentaría tras reconvertirla en un pequeño supermercado con el que intenta ganarse la vida. Pero ya se sabe, el pez gordo se come al chico y Fernando vivió en carne propia la expansión en León de las grandes superficies que asfixiaron a las pequeñas tiendas de barrio, y al no poder competir tuvo que cerrar. Persona conocida y reconocida en el sector, se dedica a partir de aquí a representaciones importantes de jamones y vinos entre otros muchos productos de calidad.

Fernando, pese a su condición de persona solidaria, o por mor de ella, tiene la grandísima suerte de estar acompañado, ¡siempre!, hasta en su labor de voluntariado, y desde hace más de cuarenta y ocho años, por su santa esposa, María del Carmen D. Fuertes, ¡una Diez!, con la que tiene dos hijas: Carmen y Judit.

Pero nuestro protagonista ya ponía en práctica en su casa lo que sería una constante en el buen hacer de su vida: ayudar a los demás, solidaridad y empatía en estado puro, toda vez que lo hacía con gran generosidad con su familia política desde que estos se jubilaron. A saber, con su suegro, el carpintero de la calle de San Pablo, don José Diez Alonso, Pepe, para la familia, clientes y amigos, y su mujer, empleada de la Universidad de León, doña Edelmira Fuertes Arienza, su suegra, y hasta con la tía Tomasina, sí, la hermana de su suegra, Tomasa Fuertes Arienza.

El mundo ajetreado en el que vivimos, además nos cargamos con demasiadas obligaciones, profesionales, de asueto o lúdicas, hace que nos quedemos sin tiempo material. Pero, Fernando, haciendo de la necesidad virtud, invierte una parte importante del suyo en dárselo o compartirlo con los más necesitados en un arranque de solidaridad, siendo voluntario en el Hospital de León y además lo hace, o lo ha hecho, en numerosas labores de militancia activa y humanitaria.

Es el caso de Alcles León, participando en las campañas de sensibilización y difusión, así como en los eventos que han desarrollado: la carrera solidaria o la campaña de fomento de donación de médula ósea junto a la UME.

Trabajó muchos años como conductor en el CRE de San Andrés del Rabanedo, en concreto, desde su apertura hasta que se jubiló. Pero su implicación, como en todo lo que hace, siempre fue más allá de la función propia de su puesto de trabajo, y de los horarios asignados. Dispuesto y voluntario para cualquier actividad planteada llegó a participar en el campeonato de España. Su alegría y vitalidad le han acompañado en toda su acción, dejando una importante huella en las personas que han tenido la suerte de conocerlo.

Durante la pandemia del Covid, y a pesar de la situación de su familia, nunca dudó en ayudar a aquellos vecinos que más lo necesitaron. Les llevaba compra y medicinas a sus casas, a la vez que estaba muy pendiente de los más vulnerables.

Junto a otros vecinos, pone en marcha en el año 2018 la Asociación de Vecinos de San Mamés con objeto de dinamizar el barrio, reunir a sus gentes y ofrecerles distintas actividades y alternativas de ocio. De manera solidaria y altruista se encarga de preparar las festividades de los Reyes, el magosto, las fiestas del barrio y juegos para niños y mayores. También, y desde su fundación, colabora con en el Banco de Alimentos de León. Y es voluntario en el Hospital de Santa Isabel, donde activa un taller de jardinería con los pacientes e impulsa un equipo de fútbol, además de acudir varios días a la semana para cubrir esas largas horas donde los internos apenas si tienen actividades lúdicas.

Y hasta tiene tiempo de ser y participar como papón en varias cofradías, en las que se apunta como voluntario para todo lo que se precise: poner flores, preparar los pasos y el día de la procesión llevar a los niños con el incienso y las banderas.

Intentando no rozar la hipérbole, Fernando es una buena persona, dicho en el mejor y mayor sentido machadiano del término, además de solidario con los demás, sobre todo con las personas que más lo necesitan, máxime cuando están internados en el Hospital de León: enfermos a los que de manera totalmente desinteresada y altruista sirve con total dedicación.

Como aval, que no sería nunca necesario, dejamos constancia de lo que escriben dos personas que, por su cercanía, mejor conocen a Fernando en este mundo solidario: «Teniendo en cuenta que la actividad de voluntariado es una decisión que se toma libremente, que se ejerce de manera altruista y que requiere de unas habilidades sociales, disponibilidad, compromiso y cesión de nuestro tiempo a otras personas sin contraprestación alguna, no existe una persona que merezca más este reconocimiento que nuestro voluntario, Fernando», asegura Miriam Sierra Yebra, trabajadora Social del Hospital de León.

Otro testimonio

«Fernando fue uno de los primeros en presentarse como voluntario y, desde ese momento y hasta hoy, no ha faltado a su cita casi diaria. Siempre está dispuesto para acudir, a cualquier hora, y acompañar a todo aquel paciente que lo necesita. Muchas son las necesidades diarias: pacientes solos, hospitalizados, que necesitan acompañamiento para mitigar esa soledad que les genera la angustia, o que precisan de una persona presente para que los puedan levantar, que les lleven enseres básicos o que los acompañe a las consultas externas por su dificultad en la movilidad o bien para comprender lo que el médico les indica.

El entorno hospitalario es muy complejo, por sus largos pasillos, y que solo entrar hace que los pacientes se bloqueen y aumente su ansiedad. Muchas personas acuden solas a las citas, y tienen dificultades en el tránsito por el hospital o en la recogida de medicación en la farmacia hospitalaria… Pues bien, Fernando siempre está presente para todos ellos y, además, con una sonrisa que, por sí misma, ya los acompaña y tranquiliza. La soledad no deseada, como ahora le llaman, no es más que el reflejo de lo que durante años llevamos viviendo en las habitaciones de nuestro hospital.

Concluir que, Fernando, se ha ganado a todo el personal sanitario, y a cada uno de los pacientes, hasta llegar a ser y formar parte esencial del engranaje diario del hospital. Además, podría definir a Fernando como una de las personas más solidarias y altruistas que he conocido, y un claro ejemplo de humanización en la asistencia sanitaria», agrega Mamen Olmo Prieto, también trabajadora Social del Hospital de León.

Como conclusión, poco o quizá nada más se puede decir, ni mejor, que lo dicho por estas dos profesionales y compañeras de Fernando que día a día comparten el buen hacer de nuestro protagonista. Nuestra enhorabuena a Fernando por esta distinción, reconvertida en galardón por méritos propios y sociales al servicio de los demás. Gracias. «El esfuerzo desinteresado para llevar alegría a los demás será el comienzo de una vida más feliz para nosotros mismos» (Helen Keller). Salud.

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