Entre los tópicos hechos tontería, y desprecio, causó furor durante muchos años aquella de que «detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer»; con todo su olor a rancio, con el hombre grande «por naturaleza» y la mujer ¿porqué era grande? Mejor no recordarlo.
¿No será mejor ser grandes como Donato y Amparo? ¿Quién iba detrás? Nadie, pero Donato se coloca detrás, con disculpa: «Ella anda más ligera».
Y Donato iba a trabajar «afuera» y Amparo llevaba la casa y las tierras y la hacienda. «¡Cuántas veces llevaba un hijo en cada brazo y otro en la barriga!», explica la buena mujer y Donato asiente, sin hablar.
Y ella fue quién sacó adelante los carnavales del pueblo, y fue artista en el grupo de teatro y también su directora de casi veinte obras, que adaptaba para que tuvieran más sabor local.
Y Donato feliz viendo cómo se puede salir adelante. Y así van 72 años de caminar juntos.
Y en aquellos años duros, que siguieron a la muerte con solo 26 años de un hijo, durísimos e insoportables para una madre, sin ni siquiera salir de casa... Donato seguía allí.
Y cuando Amparo volvió a hablar de los antruejos y del teatro y escribió un libro y le hizo poemas a la vida y a la iglesia y a la plaza y al viejo negrillo que fue Negrillón, Donato también sonrió, a su lado, caminando detrás.
¿Quién es el grande? Llamarles solo grandes es un insulto.
Lo más leído