Estos tragos para el que los pasa

04/05/2023
 Actualizado a 04/05/2023
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Si tú llegas a un bar –tasca si puede ser, cantina como solución intermedia– y encuentras a un paisano solo, sentado en una mesa, con el porrón de vino al lado, mirando al mundo al biés, escuchando como que no oye pero grabando todo en la quijotera y que cada vez que echa un trago, largo y de los que se escuchan los gorgoritos al entrar, remata con una frase sin destino: «Estos tragos para el que los pasa»... si estás allí, siéntate y escucha, es una cátedra ambulante a la espera de un alumnado interesado.

No lo dudes, vete. No tiene créditos en la Universidad ni te va a dar un diploma de asistencia firmado por la autoridad competente, pero ni falta que hace, con que entres diciendo que vas a escudriñar que hay allí adentro y salgas afirmando que estuviste avionando, ya se puede afirmar que progresas adecuadamente, que dice la LOE.

El sabio del porrón de la foto es ‘Chile el de Maraña’, que se llama Camilo, y te puede contar historias para que puedas presumir de un máster en nieve y esquí, algo normal en el lugar, pero también te hablará de las polvoredas que se montaban cuando barrenaban en seco en las minas de mercurio, un polvo que entraba por los pulmones como si fuera puro fuego. «Por eso le echo el vino, a ver si se apaga, pero no cede».

Pues «trago alante», hasta que ceda.
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