Dice el principio filosófico más antiguo e inveterado del solterón Angelillo, ante las riñas de sus colegas por insistir en sacar a bailar a las mozas cuando ‘ponían lo lento’: «Dejadme que insista, el intento no está penado». Cierto que esta insistencia tan nuestra, a pesar de no estar penada sí ha propiciado que nos llamen cazurros y cabezones.
Y el principio de que el intento no está penado es el que lleva a los síndicos municipales a insistir, no ya año tras año sino siglo tras siglo, frente a los representantes del Cabildo isidoriano en que lo que les dan en ofrenda no es una obligación sino un regalo.
Pues Angelillo murió soltero. Y me temo que pasarán unos cuantos siglos más y los canónigos seguirán erre que erre exigiendo que se entregue el foro que está claro que es obligación.
Da igual que el munícipe vista traje de corte y confección, que lo intenten con minifalda y tacón de aguja, que entreguen banderas y hasta patatas de Blas... «aquí la pasta, posad la mosca y a otra cosa, mariposa», viene a responder el eclesiástico de turno que, dicho sea de paso, suele esgrimir verbo lúcido y lengua algo viperina. Se suele comentar por la plaza isidoriana que «don Primo (Panera) ya ha gastado kilos de bicarbonato pare digerir la cantidad de concejales que se ha zampado».
(Advertencia: Llevar a Pastrana desnudo... sí estaría penado). Hasta ahí...
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