Todos tenemos nuestros demonios y nos acaban saliendo a flote. Llega un momento que abren la puerta de sus infiernos y vuelan libres por ahí, recordando que el infierno existe. Allá o acá.
Los demonios de Mauri son las cámaras de los móviles ‘disparando’ sin descanso. Todo el mundo haciendo su foto de todo. Argumenta que de cada paso, de cada procesión, de cada papón, hasta de cada limonada, circularán en unos minutos mil fotos por las redes: en los periódicos, en las páginas de la cofradía, en el instagram de la Junta Mayor, en los clásicos de retratarlo todo, en los jubilados con ganas de ser artistas y los espontáneos de oficio de todos los oficios.
Recuerdan a esas imágenes del ciclismo en las que los ‘espontáneos’ se meten en la carretera hasta estorbar a los ciclistas.
- No se puede trabajar; lamenta, recordando que tal vez sea el único que está allí currando. No acaba de entender esa pasión tan de nuestros tiempos en la que no queremos tener imágenes, queremos «nuestras» imágenes; pasión por lo nuestro, la calidad es otra historia.
A veces llevamos la pasión por lo nuestro al extremo. Lo lees en los periódicos. Hay chorizos, corruptos, de los que hablamos mal porque son de los otros; hay chorizos, corruptos, que los soportamos y defendemos, porque serán indeseables pero «son nuestros chorizos».
Incluso en la reciente masacre en Gaza los jerarcas hablaban de defender las matanzas de una parte «porque son los nuestros».