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2018: gastronomía, minería, jardinería y metalurgia

27/12/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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A sólo unos días de echar la trapa al presente año, según mandan los cánones del calendario gregoriano, es hora de mirar atrás para identificar los hechos más reseñables y que por unos u otros motivos han tatuado en la piel de la memoria colectiva fechas o palabras que resumen lo acontecido durante 365 días o que nos ponen en preaviso de lo que nos espera para el próximo año.

Sin duda, 2019 ya no se considerará en el terruño leonés como D. C. (después de Cristo) sino que pasará a ser D.C.E.G. (Después de Capital Española de la Gastronomía). Parecía que nunca iba a llegar el final de esta capitalidad, pero aquí la tenemos y ahora es el momento de hacer caja y valorar si se han cumplido o no las previsiones. Tanto defensores como detractores creo que coincidan al señalar que este invento gastronómico no ha tenido efectos negativos para el sector, ni en términos monetarios ni de imagen. Donde podemos encontrar el problema y las diferentes opiniones es cuando hablamos de las expectativas que se generaron. Ahí está uno de los puntos débiles de esta idea que definiría como genial, pero no nos equivoquemos, genial para los impulsores de esta marca, sello o como quieran llamarlo. Porque los que al final se sientan en la mesa para degustar el canon que tienen que pagar los ayuntamientos de cada ciudad ‘agraciada’ son ellos. Pero volvamos a lo que nos interesa, a las expectativas que se plantearon en su día y que según las manifestaciones que se han podido leer o escuchar desde diferentes puntos del sector no se han cumplido. Eso sí, no me atrevo a decir de quién es la culpa, de si los emisores del mensaje o de los receptores. ¿Nos vendieron algo que no era o quizás nosotros creímos comprar algo que realmente no correspondía con la realidad? No sé si a ustedes les ocurrió también, pero un servidor comenzó el año pensando que León daría un salto de calidad considerable en el mundo de la gastronomía y que se acometerían unos cambios que supondrían el inicio de un futuro esperanzador. Y resulta que al final parece que estamos igual que hace un año. Los más optimistas dicen que este año ha servido como pistoletazo de salida a la transformación y mejora del sector, pero el tiempo dirá… Eso sí, la única novedad gastronómica positiva constatable es que despedimos 2018 con tres estrellas, la de Belén y las otras dos del gordinflón, no del de rojo, sino del de blanco llamado Michelín.

2018 también será recordado porque se puso fecha a la crónica de una muerte anunciada y es que tras muchos años en cuidados intensivos, la minería del carbón pasará a disfrutar del descanso eterno. Gobierno y sindicatos acordaron aplicarle la eutanasia, eso sí, con el compromiso de que para que el duelo sea lo menos doloroso posible se destinen 250 millones de euros para comprar pañuelos donde enjugarse las lágrimas. Crucemos los dedos para que dichos pañuelos no sean de usar y tirar y los que vayan a utilizarlos tengan las miras suficientemente altas para convertirlos en un bote salvavidas al que se deben subir muchas almas y zonas enteras de nuestra provincia.Y esperemos que desde Europa y desde el Ministerio para la Transición Ecológica se haga la vista gorda y al menos a los tres inmigrantes de Oriente que cruzan nuestras fronteras en estas fechas les dejen seguir utilizando el carbón, aunque conociendo las ganas de unos y unas por pasar a los anales de la Historia ya no daría ni esto por hecho.

Pero no todo ha sido gastronomía y minería, este año también lo recordaremos por esa planta de tallo voluble o trepador, que se enreda en las varas u otros objetos salientes según la RAE y que traducido al leonés es Operación Enredadera. Un día de verano unos jardineros con chalecos fluorescentes hicieron parada en León, como ya pasara hace cuatro años tras su visita al Palacio de los Guzmanes, para destapar supuestas vergüenzas de políticos y empresarios que tendrá que confirmar o no un señor de toga negra. Así que hasta ese día seamos pacientes y esperemos a que la lenta justicia dictamine si es necesario o no podar o fumigar dicha enredadera leonesa.

Pero no todo van a ser malas noticias. En este año, que despediremos en tan solo cinco días, hemos sido testigos de excepción de un milagro tras ver en vivo y en directo un fallecimiento y una resurrección en Villadangos del Páramo. El luto llegaba a la provincia leonesa tras la huida de Vestas y el despido de sus más de 350 empleados. Una muesca más para grabar en el revólver que tiro a tiro va ennegreciendo el futuro de nuestra tierra. Pero contra todo pronóstico y gracias a la presión ejercida desde los propios trabajadores, sindicatos y otros sectores, los que tenían que buscar soluciones se pusieron el mono de trabajo y consiguieron que el enterramiento de Vestas fuera compensando con la llegada a León de la empresa del sector metalúrgico Network Steel Resources, consiguiendo sin duda la resurrección de un proyecto empresarial vital para la provincia.

Y con la compañía, más o menos placentera, de la gastronomía, minería, jardinería y metalurgia arrancamos las últimas hojas del calendario que nos impuso el papa Gregorio XIII allá por 1582 y que cinco siglos después nos sigue sirviendo para sepultar lo malo de los doce meses anteriores y mirar con optimismo lo que pueda llegar a partir de cada uno de enero.
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