La llegada de Francisco Rivera ‘Paquirri’ en su furgón a las inmediaciones de la plaza rompió en un aplauso; la de su hermano Cayetano, unos segundos después, se convirtió en un grito de «guapo», flashes de los móviles y petición de fotos... salió como pudo. A la llegada de López Simón ya se habían casi todos, entró tranquilamente.
Francisco llegó como un tertuliano de la tele, que ya lo es; López Simón como el chaval que quiere comerse todo en silencio y Cayetano escondido detrás de sus leyendas, alimentando la idea de que con él todo puede pasar y dando de comer a los enigmas que esconden esos ojos verdes de los que se ha escrito tanto como de sus faenas.
Enorme bronca al presidente por no conceder la cuarta oreja a Cayetano y la segunda a Francisco Los hermanos entraron a la capilla. Cayetano se negó a que allí hubiera fotos. Fran se santigua una y otra vez. López Simón no entró. Cayetano al salir se escondió con su cuadrilla del bullicio, mientras pudo, que no fue mucho. El photo-call seguía, ajeno al joven que quiere comerse el mundo y que pidió abrir la tarde (no le correspondía) pues a las 12 cogía un avión para Perú, mañana torea allí y el miércoles nuevamente en España, en Segovia. «El mundo se come así», parece pensar.
«Vamos que nos vamos, son las seis», dice un subalterno de Cayetano para arrancarle de los lectores del enigma de los ojos verdes para los que casi todas miran.
Todo empieza, aunque parece que por la mañana ya hubo un prólogo bronco en el sorteo de los toros. Me aclaran que el presidente no es de Burgos (como dije ayer) sino de Valladolid, lo que no sé si mejora mucho las cosas a la vista de la bronca que se montaría más tarde y que indignó incluso al siempre tranquilo Gustavo Postigo: «No se puede venir aquí a joder una corrida que fue una fiesta».
Francisco llegó como un tertuliano de la tele, que ya lo es; López Simón como el chaval que quiere comerse todo en silencio y Cayetano escondido detrás de sus leyendas, alimentando la idea de que con él todo puede pasar y dando de comer a los enigmas que esconden esos ojos verdes de los que se ha escrito tanto como de sus faenas.
Enorme bronca al presidente por no conceder la cuarta oreja a Cayetano y la segunda a Francisco Los hermanos entraron a la capilla. Cayetano se negó a que allí hubiera fotos. Fran se santigua una y otra vez. López Simón no entró. Cayetano al salir se escondió con su cuadrilla del bullicio, mientras pudo, que no fue mucho. El photo-call seguía, ajeno al joven que quiere comerse el mundo y que pidió abrir la tarde (no le correspondía) pues a las 12 cogía un avión para Perú, mañana torea allí y el miércoles nuevamente en España, en Segovia. «El mundo se come así», parece pensar.
«Vamos que nos vamos, son las seis», dice un subalterno de Cayetano para arrancarle de los lectores del enigma de los ojos verdes para los que casi todas miran.
Todo empieza, aunque parece que por la mañana ya hubo un prólogo bronco en el sorteo de los toros. Me aclaran que el presidente no es de Burgos (como dije ayer) sino de Valladolid, lo que no sé si mejora mucho las cosas a la vista de la bronca que se montaría más tarde y que indignó incluso al siempre tranquilo Gustavo Postigo: «No se puede venir aquí a joder una corrida que fue una fiesta».