21 de Noviembre de 2018
La visita de José María Pérez González a León me ha recordado aquel movimiento cultural del ocaso de la Edad Media donde florecieron las llamadas Ciencias Humanas, el Latín, la Música, la Arquitectura y la Filosofía que, como asignaturas, han sido prácticamente erradicadas de los sucesivos programas educativos. Un olvido que necesita una explicación. La obra culminante del Medioevo fue la ‘Divina Comedia’. Se trata de un viaje a los infiernos del propio Dante Alighieri y el poeta Virgilio que proyecta una visión que sólo podríamos llamar ‘dantesca’. Como dantesco es el panorama político y social de España y sus gobiernos. Después, una vez cerrada la puerta del Medioevo, se produce un despertar en Italia y luego en el resto de Europa, decisivo para el devenir de la cultura. Personajes como Bocaccio, Petrarca, Tiziano, Guillaume Budé, Maquiavelo, Leonardo o Erasmo de Rotterdam –que es algo más que un pretexto para pasarlo de miedo en el extranjero–.

Hoy, sería un milagro encontrarse con una de estas ‘rara avis’ inmersos en las diversas ramas del conocimiento. Los políticos, las familias, las empresas y universidades quieren hijos, alumnos y empleados que sepan sólo de una cosa. Sea economista, abogado, ingeniero o futbolista. Muy duchos en lo suyo, en lo que importa –dicen– pero absolutamente ignorantes en todo lo demás. Hasta me atrevería a decir que la inquietud por la cultura resultaría perjudicial.

Viene a cuento de la personalidad de José María Pérez, Peridis, conocido por sus viñetas de análisis político. Lo primero y, casi lo único, que miramos en el País. Pero más allá, es un experto en el Románico que interpreta tanto un capitel con todo tipo de perversiones, como el origen de las más crípticas claves sobre la piedra. Sus libros de arte son verdaderos manuales, pero también hace incursiones en la novela histórica, en sus obras cobran vida sus personajes –sus reinas– sin arrebatarles su historia.

En su faceta de arquitecto, se compromete con la cultura. Un día elaboró un proyecto de rehabilitación del Teatro Emperador, con todas las mejoras necesarias y sin un dispendio presupuestario. Ahí está, sobre la mesa, pero las autoridades no están a la altura y no comparten el complejo y la frustración de una ciudad que no cuenta con un solo teatro.