Punto de encuentro

12 de Diciembre de 2014
Cantaba Rita Pavone, en los 60, «porqué por el fútbol me abandonas» pensando en un engaño del marido. Eran otros tiempos, la música era melódica y decía cosas; España se iba abriendo como un cascarón a otras perspectivas menos inocentes y más turbias que nos han abocado al lodo en que nadamos. Y ahora, aclaro, no existe la excusa de la dictadura.
Posiblemente la Pavone fuera hoy al calcio y tifosi. Es la democratización del fútbol. La degradación de la palabra democracia.
Pero hay otros deportes donde se suda más la camiseta y el pellejo; donde no basta la habilidad, sino inteligencia.
El baloncesto desata pasiones –la demencia del Estudiantes– sin embargo no hay mallas ni fosos entre la afición y la cancha; el balonmano, de extrema dureza por su intensidad y fortaleza; el esfuerzo y elegancia, del tenis donde reinan los buenos modales y la soledad de estar jugando hasta tres horas. Pero el deporte más agresivo no es el fútbol, sino el ajedrez, donde dos ejercitos regicidas pugnan a muerte. Jaque mate.
Pero hablamos de deporte. El fútbol es otra cosa, punto de encuentro de amor y odio a partes desiguales; irracionalidad, racismo, blanqueo de dinero, evasión fiscal y barbarie. El balón o los jugadores, son lo de menos. Lo fundamental es la masa y el anonimato que esta propicia. Los mayores exabruptos y despropósitos que fuera nos avergonzarían, aquí son posibles.
Los sucesos a orillas del Manzanares, que podrían haber ocurrido en cualquier otra ciudad, son tratados como algo anecdótico por la prensa, clubes, federacion e Interior cuando, en realidad, era una concentración de indivuduos con tendencias homicidas que se materializaron en la cruel matanza y ensañamiento de uno de los participantes.
Entre tanto tópico sólo una verdad. Las palabras de Luis Enrique del Barcelona: «Si echamos a la gente que insulta de los campos, nos quedamos solos, incluyendo a los futbolistas».
Pero la Guerre de Troie n’aura pas lieu.