12 de Diciembre de 2018
Llegadas estas fechas, los críos andábamos a la busca de musgo, para las verdes praderas, y de escoria para los acantilados y montañas. Dos materiales básicos para montar el belén, en un lugar destacado de la casa. Pero hoy en día, no se permite arrancar musgo de las rocas y, en cuanto a la escoria peor porque las nuevas cocinas ya no la producen.

Toda la familia se afanaba pero, en cuanto a la técnica, solía ser el padre el que cortaba los palos y alambres para cercar los apriscos de las ovejas de arcilla. Tan reales, que parecía que se iban a escapar. Un elemento fundamental eran los ríos y arroyos pero, como no había papel de aluminio, se cortaban cristales con lo que las supuestas aguas, resultaban totalmente cristalinas.

Poco a poco, el belén iba configurándose como un pedazo de nuestra vida imaginativa y fantástica. Con qué orgullo lo mostrábamos a los vecinos, rivalizando con el suyo y sin posible acuerdo el mejor, porque todos eran diferentes, dependiendo de la habilidad, ilusión y magia invertidas.

Al margen de lo religioso, veo con pena como esta tradición va en franco retroceso. Y no es por la falta de musgo o escoria. En las calles, la iluminación no hace referencia en ningún aspecto a lo que realmente se celebra: Natividad, Nacimiento de un niño que ha dejado una gran impronta en la historia, la cultura y nuestra vida. Para bien o para mal. Pinos, bolas, renos, papá Noel con cara de borrachín. Hojas o cristales de nieve. Un montaje, tan falto de sentido, que lo mismo podría servir para las fiestas del pueblo que para el ‘Jalowin’, que ya hemos adoptado como propio.

En el fondo, es un golpe más, de dictadura de lo «políticamente correcto» inducido por unos políticos pusilánimes y complacientes con otras culturas o credos, que no nos ven con buenos ojos y afectan a muchos otros aspectos parte de nuestras vidas. Es como el laicismo febril de Podemos, y su estrategia de provocación. Empezó con el desnudo gratuito de Rita Maestre, los guiñoles asesinos y -el colmo de la burla– el estaribel que la Colau ha desplegado en Barcelona, diseñado para uso y disfrute del ‘Caganet’. Antes de que anochezca, pasa por Cerezales del Condado, Folgoso de la Ribera o Gordaliza del Pino, donde aún se vive la Navidad.