Automovilista: delincuente

09 de Mayo de 2021
Un día, cuando todavía no tenía coche, me entraron unas ganas locas de ir a San Miguel de Escalada. Bueno, me dije, pillo el ALSA de Acebedo, me bajo en La Aldea del Puente o por ahí, cruzo el Esla y me voy andando. Entonces me enteré de que en La Aldea del Puente no había ningún puente, ni tampoco en 17 kilómetros a la redonda. Y que los habitantes de la zona llevaban años reclamando una pasarela para no bordear medio centenar de kilómetros en carretera si querían salvar una distancia literalmente a tiro de piedra.

Pienso ahora en los que han salido dando palmas ante la propuesta del Gobierno de cobrar peajes en todas las carreteras, empezando por las autovías, algunas de las cuales ya fueron de pago, incluyendo a las autopistas ‘rescatadas’, y siguiendo por toda la red viaria nacional. Urbanitas de las grandes ciudades que dicen que hay que gravar a quienes circulen en sus vehículos más allá del impuesto de circulación o de lo que se recauda a través de los combustibles. Peñita que no ve más allá de los límites de Malasaña o Gràcia y que se permiten decir que por qué van a pagar por algo que no utilizan (las carreteras, aunque no piensan lo mismo de otros servicios e infraestructuras) y que por qué el Tío Venancio no usa el transporte público para llevar a su señora al centro de salud, sito a 10 leguas de su residencia. La misma peñita que pone ojos llorosos de dibujo ‘manga’ japonés cuando habla de «la España vaciada» y que, si por ella fuera, hacía una ‘limpieza étnica’ en los pueblos, cambiando a los toscos «viejos que votan mal» por sofisticados profesionales con proyectos para «repensar» la relación con el entorno.

Recuerdo una vez en que le comenté a no sé quién que mi madre era de la zona de Picos de Europa, y me respondieron que cómo era posible que permitiesen que nadie viviese dentro del Parque Nacional molestando a la fauna, a la flora y a los arroyuelos. Ahora bien, ellos sí que se autorizaban a sí mismos a visitarlo, hacer sus rutas, sacar sus fotos e intentar importunar al mismo oso, si llegase el caso.

Algunos van más allá incluso del argumento ecologista (los vehículos de combustión contaminan) y dicen, desde su carguito del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, que tampoco los coches eléctricos valen. Que bici o metro. Podríamos pensar que es otra manifestación de la absoluta incapacidad de una parte de la población para ponerse en el lugar del otro. O que, al final, los ricos acabarán esquivando sin apenas esfuerzo los problemas derivados de estas medidas. Me gustaría verlos argumentando todo esto delante de una junta vecinal de Valdepolo.