Imagen Juan María García Campal

Se multiplican los estúpidos

29/03/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Tal parece que en la mixtura invierno primavera se multiplican los estúpidos. Así, hemos asistido –yo, al menos, con vergüenza ajena– a la reyerta habida entre unos progenitores (en estricto sentido biológico: «seres vivos que originan a otro») o padres (en este caso «varones o animales machos que han engendrado a otro ser de su misma especie») por no sé qué cuestión futbolística de infantil importancia. No parecen muy dotados de voluntad educativa estos homínidos, pues como José Saramago dejó escrito: «los analfabetos no pueden instruir, pero sí educar». Estos, con su acto incivil, no sólo no han educado, sino que han embrutecido y han cuestionado el sistema educativo, no del que nos dota el Estado, sino del que nos debemos dotar, de continuo, las personas. La educación es, creo, como tantas cosas en la vida, como una planta, o la cuidas o se seca. Viéndolos, recordé la frase de Gabinau –nadie se altere–, aprendida de Savater en su artículo ‘El regreso de Mecenas’, en que dice: «no sé si el hombre viene del mono, pero sí que algunos retroceden hacia él a gran velocidad». No son pocos estos homínidos, pues este fin de semana, de nuevo, esta aguerrida especie se ha batido en otra batalla futbolera, que no campal, en un encuentro juvenil. ¿Con qué valores están algunos padres corrompiendo los que teóricamente transmite el deporte a los jóvenes? ¿Serán egoísta y fantasiosamente crematísticos? ¿Intervendrá la fiscalía o lo tendrá por expresión de la idiosincrasia patria?

Otro estúpido, éste un hijo de 15 años, denunció a su madre ante la Guardia Civil por arrebatarle el móvil con forcejeo para que se pusiese a estudiar. La fiscalía pidió para ella nueve meses de prisión. Con buen juicio el magistrado Columna dio por probado que «es evidente que la acusada se encontraba en el pleno y correcto ejercicio de los derechos y obligaciones derivados de la patria potestad», recordando en su sentencia que «sería responsabilidad de la madre el haber dejado a su hijo jugando con el móvil y no hacerlo estudiar, pues entre esas obligaciones… está la de preocuparse por la educación de los hijos, que es precisamente lo que hizo la acusada… sin utilizar rigor innecesario alguno para ello».

¿Será verdad que la primavera abotarga la inteligencia? ¿Cuánto ha dañado la mala enseñanza de estos estúpidos, embruteciendo vía noble deporte, al esfuerzo de miles de padres y maestros en cumplir sus encomiables deberes, mientras una madre es juzgada por educar? Ver para descreer. Así nos va.
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