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Philippus memento mori

29/10/2016
 Actualizado a 12/09/2019
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Hace ya unos años en mi etapa de colegial ya existía la famosa aportación por «desgaste de patio», como genialmente explicaba en uno de sus monólogos Gila. Ciertamente todo era diferente, hasta el punto de que la autoridad del profesor era incuestionable y lo que decía iba a misa. Tampoco recuerdo a ningún padre buscando una campaña de publicidad gratuita para su despacho, ni denunciando aquella famosa cuota maquillada tras las palabras «material escolar». Igual que ahora, los padres abonaban esa cantidad voluntariamente a pesar de que no se incluían esas aportaciones en la declaración de la renta.

Ya saben ustedes que en este país somos especialistas en sacar conclusiones a toro pasado, pero sobre todo somos unos grandes oportunistas. El asunto es el siguiente: tenemos a una madre que abona una aportación voluntaria, es decir, que no es obligatoria y que además ha podido ser incluida en la declaración de la renta para posibles deducciones. Pero luego, interpone una denuncia por esa supuesta injusticia, una vez eso sí, su hijo ya no tiene ninguna relación con el centro educativo. ¿Truco o trato? ¿Marketing ‘de gratis’ o justicia?

De aquellos recientes años escolares recuerdo con especial cariño, las clases de Latín del profesor y laureado director de teatro Félix Fernández. En una de ellas aprendimos que durante el Imperio Romano, cuando un general llegaba a Roma victorioso después de librar una importante batalla, y defender con valentía y honor los intereses del Senado y del pueblo de Roma, aguardaba descansando fuera de la ciudad, mientras ésta se engalanaba para recibirles por todo lo alto. Una vez que la ciudad estaba preparada, se organizaba un gran desfile por las calles de Roma encabezado por el General. Tal era el clamor del pueblo enfebrecido que detrás de él, iba un esclavo sosteniendo una corona de laurel sobre su cabeza mientras le repetía una y otra vez: «Memento Mori».

Pues bien, he vuelto a recordar esta historia gracias a la visita que nos ha hecho esta semana el Real Madrid. Fueron recibidos con los brazos abiertos, restaurantes y hoteles llenos, escolares haciendo novillos para ver de cerca a sus ídolos en el aeropuerto (hay rumores de que fue hasta Sergio Jorge), y las interminables colas en el Reino de León.

Pero hoy es sábado, el partido ya pasó y Zidane y los suyos ya no están. Hicieron falta once horas para hacer felices a muchos niños y aficionados. Once horas que a alguno le hicieron creerse que tocaba el mismísimo cielo con la yema de los dedos, y que no hubiera estado de más que alguien del Aspire Academy le hubiese dicho: «Philippus, memento mori».
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