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Peñalba de Santiago

11/11/2015
 Actualizado a 19/02/2019
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Andaba yo estos días agobiado con el dichoso máster –ya hablaremos sobre ello algún día– y, preparando un tema, me ‘encontré’ sin querer con la iglesia de Santiago de Peñalba; y mi cabeza dejó de pensar durante un buen rato en la historia del arte… Y es que, precisamente, este verano estuve en Peñalba. Si no lo conoces, o si hace ya tiempo que no te dejas caer por allí, bien puede ser esta una buena época para acercarte.

Eso sí, vete sin prisa… entre otras cosas, porque aunque está a menos de veinte kilómetros de Ponferrada, se tarda un ratín en llegar, que por esa carretera hay que ir despacio. Por cierto, allí me crucé con un coche cuyo conductor –mira tú que casualidad– resultó ser Luis, antiguo profesor mío en San Claudio, en tiempos en que aún existía la EGB. Hacía que no le veía desde sabe Dios cuándo, pero me reconoció…

A lo que iba, que me enredo yo solo. Cuando llegues a Peñalba, hazme caso y ‘desconecta’ del mundo, sin pensar en nada más de en lo que tienes ante ti. Solamente con cerrar los ojos y respirar profundamente te darás cuenta de que hay en el ambiente algo distinto… No te resistas; es inútil. Simplemente disfrútalo.

Siente en tus mejillas la suave brisa que corre por el valle del Oza a la vez que caminas lentamente por sus calles, con intención manifiesta de dirigirte hacia ningún sitio en concreto. Cada rincón es único. De su iglesia poco se puede decir… Habla por sí sola, como si quisiera contarte alguna de las innumerables anécdotas de las que a buen seguro ha sido testigo en los más de mil años –que se dice pronto– que lleva siendo santo y seña de esa tierra.

Además, acaba de terminar su restauración y los andamios que la tapaban hasta hace cuatro días han sido retirados, así que luce ahora sus mejores galas. Cuando estés delante de su puerta sentirás algo especial; no te asustes… A mí también me pasó. Y, antes de irte, aprovecha si puedes para dar un paseo hasta la cercana cueva de San Genadio, obispo de Astorga, que se dice que se retiró por aquí en busca de experiencias ascéticas. No te digo yo que llegues a tanto, pero seguro que merecerá la pena. Ya me contarás…
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