Imagen Juan María García Campal

Me declaro conservador

18/01/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Leía el artículo ‘Somos nuestra exigencia’ de José Antonio Llamas –ese gran poeta leonés de alma universal que, dicen, reside en Cataluña pero cuyo corazón palpita aquí de continuo– cuando va y cita el ‘Ciberadaptados’ de Antonio Manilla, en que dice: «El que mira hacia el pasado es conservador; el que mira hacia el futuro, progresista. Los que consideramos que hay muchas cosas que conservar y no menos que cambiar ¿dónde nos ubicamos?» y mi lunes que en natural tensión aún no desafinaba, claro, vibró trémulamente. Lo hizo sin mi voluntad, e igual se fue mi mente, como tantas veces mis lentos pasos, al más empecinado empeño de los sucesivos gobiernos municipales del PP: la Plaza del Grano, su remodelación. Es remodelar, fija la Academia, «reformar algo, modificando alguno de sus elementos, o variando su estructura» y uno, la verdad, cada vez que lee o escucha «reformar» o «reforma» en boca popular con mando en vario ámbito, se pone, cuanto menos, en guardia, pues enseña la experiencia que –adictos como son al eufemismo– por más que suavicen o decoren su intención la cosa suele acabar en contrarreforma, reforma contra.

Mas, por si mantuviera prejuicio, busqué información al respecto y viendo cómo institución independiente como es el Procurador del Común tuvo no hace un año dificultades para conocer los propósitos de actuación del Ayuntamiento en la Plaza del Grano, cómo dicha institución consideró «respetable alternativa el Proyecto de hacendera para la ejecución material de obras de rehabilitación (no remodelación) del empedrado a valorar por los técnicos en relación con la debida protección del patrimonio cultural de Castilla y León», así como el nulo caso que hizo el consistorio al informe del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ligado a la ONU a través de la Unesco, que le insistió rectificase «su política contradictoria en relación a la protección del patrimonio cultural y natural leonés para evitar el deterioro de los valores patrimoniales de la ciudad y de su entorno», pues acabé releyendo y preguntándome si, como dejó dicho Victoriano Crémer, en su ‘Historia pequeña de León’, ¿seguirán siendo cómo suelen ser las cosas en este «León monumental y artístico que se nos cae de entre las manos; el León que nos está(n) destruyendo en aras de una aparente modernidad y comodidad, cuando lo que priva, en realidad, es la cuantía del negocio»?

Por ello, ante la remodelación o reforma de la Plaza del Grano –¡hay que ver!– me declaro conservador. ¡Y aún dirán!
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