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Los deseos de los demás

21/05/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Siempre hay que resistirse a quedar atrapado por los deseos de los demás. Así lo he creído siempre. Tanto como evitar aplastar a otros con los propios. La dificultad está, ya lo sabemos, en que lo ajeno y lo personal suelen chocar. Pero los límites están para eso: hay que recordar que nuestro pensamiento acaba en la cabeza de uno, así como el cuerpo remata en el dedo gordo del pie.

Seguir el propio camino y no imponerse a los demás son a veces dos cosas tan difíciles de combinar como un delantal y un sombrero hongo. No hay nada escrito al respecto, pero sólo podrían quedar bien en alguna fantasía inconfesable.

Intento aprender algo de los que tienen la valentía de elegir por sí mismos, que no es tan fácil como parece, o la inteligencia de aprovechar hasta las peores situaciones para seguir siendo más o menos coherentes, aunque tengamos mil contradicciones.

Una de esas historias es la de Dalton Trumbo, aunque todos conocemos otras más pequeñas. La excelente película de Jay Roach y John McNamara, protagonizada por Bryan Cranston, nos pone ante los ojos el difícil camino de este novelista y guionista de Hollywood machacado por la caza de brujas del infame senador McCarthy.

Autor de Johnny cogió su fusil y ganador de dos Oscar por sus guiones de Vacaciones en Roma y El Bravo, que no pudo recoger por haberlos tenido que firmar con seudónimo, Trumbo tuvo que esconderse para seguir siendo quien era, pero mostró que la perseverancia y el talento a veces ponen las cosas en su sitio.
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