08/02/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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El día de las Águedas volvió a mostrar en decenas de ayuntamientos esa imagen en la que cientos de mujeres se visten con los ropajes típicos de la zona para que «por un día» sean ellas las que mandan. Es como un regalo, como un privilegio que se acaba en cuanto termina un sarao tan aburrido como un pleno municipal.

La águeda mayor, la que ese día se convierte en alcaldesa, coge el bastón de mando para gobernar por un día, para ser la regidora de su pueblo o ciudad e incluso se permite el lujo de soñar con tomar decisiones o recoger las ideas de sus compañeras en esto de mantener tradiciones a toda costa. Y ya. Porque aunque se trate de un valor simbólico, es una ofensa que se postergue este tipo de tradiciones basadas en una sociedad en la que los hombres mandaban y las mujeres callaban. En la que ellas ni siquiera podían votar o, si lo hacían, asumían lo que les decía el marido, padre o hermano.

Es obvio que todo esto ha cambiado pero falta mucho por lograr la igualdad plena en la sociedad, tanto en la española en general como en la leonesa en particular. Por eso una capital como es León debería dar ejemplo y dejar atrás estas faltas de respeto a las mujeres, en la que colaboran ellas, es verdad, pero que no por ello se deberían permitir ya que no hacen más que mantener las diferencias entre hombres y mujeres también en el poder. Y sobre todo para no esperar a que,como sucede en Ponferrada o San Andrés, gobierne una mujer.
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