Lágrimas negras

Lágrimas negras, derramadas el pasado verano, tras el devastador incendio en la cuenca alta del río Cúa, allá en el Bierzo, no sirvió para nada, no sirvió para asustar a los incendiarios que tienen en sus venas llamaradas de cobardía perpetua. Esta vez ha sido otro el valle elegido, el fuego ha devorado uno de los valles cargado de mayor simbolismo y riqueza paisajística, ha sido el valle en el que el silencio es su divisa, el que ha visto como la mano del hombre era capaz de sembrar negrura infinita donde la paleta de colores naturales se había derramado en este inicio de primavera, haciéndonos de este modo un daño inmenso a todos. Ahora buscarán el culpable, y en caso de que encuentran al quemador, será sancionado sin ninguna dureza, pues siempre le será posible alegar negligencia y falta de intencionalidad, no siendo pocos quienes, incluso ahora, defenderán el uso del fuego como herramienta de gestión forestal. Pero olvidémonos de lo estrictamente ambiental y prestemos solo atención a lo económico, al bolsillo. ¿Cuánto ha costado la extinción de este incendio, el primero importante pero no el último? ¿Cuántas jornadas completas se podrían pagar, a lo largo del invierno, a cuadrillas completas de obreros especializados en preparar al monte para soportar y aminorar los efectos del fuego? ¿Cuánto tiempo tardaremos en ver de nuevo quemar el monte, otros montes, nuestros montes? ¿Cuánto tiempo más esperaremos antes de tomar medidas de futuro y no de pasado? Cuánta gente debe salir a la calle para conseguir que las instituciones aparezcan y actúen antes del desastre y no solo se presenten (consejero, director general, alcaldes, etc.) para hacerse la foto de rigor expresando su pesar? Es abril, pero llega ya mayo, y luego junio, y julio … y veremos arder nuestros mejores montes y seguiremos soportando la acción cobarde de aquellos que son conocidos y tolerados, sin entender que los verdaderamente valientes son los que dan la cara y denuncian y detienen al pirómano asesino.