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La plaga del jabalí

23/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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En muchos pueblos de la provincia, especialmente del sur y el Páramo, las zonas más ‘maiceras’, las matanzas se han reducido drásticamente este año. No es que no queden matachines en los pueblos, ni que les dé pereza lavar las artesas y los bancos, sino que los arcones están llenos de jabalíes (Sus scrofa). Los cazadores se emplean a fondo en meriendas y almuerzos, pero no dan a bondo a manducar tanta caza. Ya se habla de plaga y las cifras lo demuestran. Como se ha explicado en el programa ‘Repor’ de los servicios informativos de TVE Catalunya, si en los 80 «se cazaban 30.000 al año actualmente se superan los 300.000».

Lo insólito es que en zonas urbanas se introducen ya con total naturalidad, generalmente a buscar alimento entre los desechos de la población. Los expertos aseguran que las poblaciones de estos animales crecen a un ritmo del 7% al año y que en gran medida su proliferación se debe a la abundancia de cultivos que les sirven de alimento.

Sin embrago, a nadie se le pasa por la cabeza cambiar el modelo productivo. Si acabar con el hambre mundial no es razón suficientemente poderosa como plantearse la forma en la que se produce ¿cómo se va a cambiar por unos simples marranos, que además nos proporcionan la excusa perfecta para salir a pegar tiros?

Estoy esperando al iluminado de turno que me replique que lo que hace falta es enviar los gochines, debidamente analizados, por supuesto, libres de triquina y de todo patógeno, a los lugares donde más golpea el hambre.

No obstante, en lugar de plantearse qué se está haciendo en los campos y la cuota de responsabilidad del ser humano en esta plaga resulta más lucrativo tirar de laboratorio –si puede ser con ingenieros en prácticas, mejor– para crear una vacuna que esterilice a las hembras y reducir el deseo sexual en los machos, como ya están haciendo algunas facultades de veterinaria.
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